Nada, por más que parpadeo y me pellizco los pezones sigo viendo como esta basura tiene un 6'7 de nota media, mientras otras enormes series como la cínica Kevin Spencer o la divertida ¡Dame un respiro! apenas llegan al 6.

La verdad es que no entiendo ni entenderé el éxito de heces de este tamaño, donde las situaciones de auténtico ridículo tocan fondo, las conversaciones son insulsas y más carentes de interés que una final europea entre dos equipos del calcio, los personajes anormales profundos todos ellos y las tramas, en general, una tontería que, a lo sumo, demuestran la capacidad degenerativa que están desarrollando las mentes de algunos guionistas al otro lado del charco.

Todo ello sazonado con una pizca de previsibilidad (hay situaciones totalmente vergonzantes, donde uno sabe antes que los personajes que va a suceder, cuando estos, acto seguido, se tiran media hora intentando otorgarle una explicación) y momentos de lo más plomizos, de esos que dormirían plácidamente al más despierto.
Ni con café, oiga.
Con matarratas quizá, pero para el reparto enterito, of course.