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Voto de BERLANGA'S:
6
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6
6.1
862
8 de noviembre de 2021
8 de noviembre de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cortometraje final de la época estudiantil de Roman Polanski. Dos hombres pasean con un armario desde el mar hacia la ciudad, sitio dónde serán rechazados y volverán de dónde salieron. La mezcla de la realidad social con imágenes líricas ya vaticina el cine que hará Polanski y, en general, el Nuevo Cine Polaco.
El interés por el paisaje urbanístico después de la Segunda Guerra Mundial es una característica común de los cines emergentes nacionales, especialmente aquellos que sus calles se convirtieron en zona de combate como ejemplifica el Neorrealismo italiano. Este telón de fondo crea la sensación de estar viviendo una situación post-traumática que se debe seguir soportando. Las calles vacías, el intento de renovación arquitectónica y los edificios destrozados mientras los personajes agarran agua con una lata son una clara señal de esta sensación.
Pero la guerra sigue latiendo por debajo. La renovación es falsa, la violencia continúa ahí. Los protagonistas son recibidos con hostilidad por el poder y ellos son hostiles con las demás especies. Tiran piedras al gato mientras a ellos le echan a patadas de un hotel. El señor adinerado que se mira al espejo en su armario le da igual, hay otro espejo detrás, lo que importa es su reflejo y no el espejo. Ellos juegan a pegarse y llegan a apalizar a otro de su misma condición, las cosas no han cambiado tanto. Los penúltimos contra los últimos. Los trabajadores de Burger King odiando a los mendigos que vienen a por comida.
Los que llevan el armario, los que matan el gato, el señor adinerado y el del hotel son todos hombres. Puede parecer evidente pero siempre está bien recordarlo. Los temas del cine moderno, mirado desde una persepectiva de la teoría feminista, giran entorno a una masculinidad que ha perdido su sentido en el mundo y que se ha visto envuelto en la violencia, John Wayne ha muerto para dar paso a James Dean. El mismo ideal que llevó a los hombres para ir a la guerra se murió cuando vieron lo peor de la especie humana en el supuesto escenario de la masculinidad homérica. Las mujeres escucharon la radio, suplieron los puestos de trabajo y la infraestructura del país siguió funcionando gracias a ellas. La única aparición de la mujer en este cortometraje es un objetivo sexual frustrado, otro impedimento del mundo moderno dónde ya no es posible ni la virilidad seductora. Así pues, la mirada de este cortometraje gira entorno al hombre como centro activo de la Historia. No lo digo como reproche sino como algo evidente desde la contemporaneidad que nos permite revisionar gustosamente el cine falocéntrico con nuevas herramientas de análisis.
El niño que está jugando con la arena no es consciente de lo que ha pasado, para él el trauma no existe y por eso puede crear en vez de destruir. Esta relación entre la productividad y la destrucción en el final del cortometraje se pregunta sobre un porvenir indeciso que nosotros ya hemos superado.
El interés por el paisaje urbanístico después de la Segunda Guerra Mundial es una característica común de los cines emergentes nacionales, especialmente aquellos que sus calles se convirtieron en zona de combate como ejemplifica el Neorrealismo italiano. Este telón de fondo crea la sensación de estar viviendo una situación post-traumática que se debe seguir soportando. Las calles vacías, el intento de renovación arquitectónica y los edificios destrozados mientras los personajes agarran agua con una lata son una clara señal de esta sensación.
Pero la guerra sigue latiendo por debajo. La renovación es falsa, la violencia continúa ahí. Los protagonistas son recibidos con hostilidad por el poder y ellos son hostiles con las demás especies. Tiran piedras al gato mientras a ellos le echan a patadas de un hotel. El señor adinerado que se mira al espejo en su armario le da igual, hay otro espejo detrás, lo que importa es su reflejo y no el espejo. Ellos juegan a pegarse y llegan a apalizar a otro de su misma condición, las cosas no han cambiado tanto. Los penúltimos contra los últimos. Los trabajadores de Burger King odiando a los mendigos que vienen a por comida.
Los que llevan el armario, los que matan el gato, el señor adinerado y el del hotel son todos hombres. Puede parecer evidente pero siempre está bien recordarlo. Los temas del cine moderno, mirado desde una persepectiva de la teoría feminista, giran entorno a una masculinidad que ha perdido su sentido en el mundo y que se ha visto envuelto en la violencia, John Wayne ha muerto para dar paso a James Dean. El mismo ideal que llevó a los hombres para ir a la guerra se murió cuando vieron lo peor de la especie humana en el supuesto escenario de la masculinidad homérica. Las mujeres escucharon la radio, suplieron los puestos de trabajo y la infraestructura del país siguió funcionando gracias a ellas. La única aparición de la mujer en este cortometraje es un objetivo sexual frustrado, otro impedimento del mundo moderno dónde ya no es posible ni la virilidad seductora. Así pues, la mirada de este cortometraje gira entorno al hombre como centro activo de la Historia. No lo digo como reproche sino como algo evidente desde la contemporaneidad que nos permite revisionar gustosamente el cine falocéntrico con nuevas herramientas de análisis.
El niño que está jugando con la arena no es consciente de lo que ha pasado, para él el trauma no existe y por eso puede crear en vez de destruir. Esta relación entre la productividad y la destrucción en el final del cortometraje se pregunta sobre un porvenir indeciso que nosotros ya hemos superado.