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Voto de Ferdydurke:
3
7.6
1,712
Drama
"No codiciarás los bienes ajenos": Un hombre muere dejando una colección de sellos de gran valor. Sus dos hijos, Jerzy y Artur, que son los herederos, advierten que falta un sello para completar una valiosa serie. Décimo (y último) de los diez mediometrajes que constituyen el llamado "Decálogo" y que se inspiran en los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
19 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mata y fornica, pega a tu madre, a tu padre y a tu hermana todo el santo día, coge lo que es tuyo, todo te pertenece.
Tiene una sana socarronería, ay, ese policía, que sobre todo más al principio me hace gracia y me da hasta ternura, le doy muy amorosamente los buenos días. Todo es de risa, nada tiene rigor ni peso ni sustancia en este triste mundo, nos descojonamos a mandíbula batiente del ridículo y pringoso y pijotero y grosero universo entero, estamos jodidamente de acuerdo con eso, yo, de hecho, también a modo me carcajeo.
Pero a partir de un determinado momento que casi de cuya existencia preferiría no acordarme, ese gran peso que me acogota, se desangra como en día señalado de matanza un cochino tierno y pierde todo posible sentido si lo hubiera habido en algún sitio o día, es demasiado penoso ese transcurso ominoso de los hechos, el giro fenomenólgico de los acontecimientos, la actuación aberrante de los susodichos tan necios, nada te puedes creer ni te importa ya, un cojón prieto, un poco de respeto, Krzystof, por favor te lo pido.
(Spoiler aquí por falta de espacio un poco más abajo, vamos)
Vale, se ciegan, pierden el sentido y el sino, todos los pulsos se les averían o colapsan, la razón huye despavorida, toma las de villadiego, están encelados, encoñados con los más hermosos y añejos sellos, qué caros, pero un riñón así como así, como si nada, de la noche a la mañana, cuando ya tenían tanta pasta acumulada, esperando ser abrazada, de buenas a primeras, de repente un buen día, qué más n/os da si tenemos dos, si nos sobra ese pedazo de carne tonta, parece que se dicen o barruntan en alto estos primos, no tan hermanos, pues no, eso sí que no, hasta ahí podíamos llegar, para tragarse ese sapo gordo como un conejo o pasar por un aro tan oxidado y repugnante hay que ser un literalmente muerto de hambre, del tercer mundo nada menos, mercado negro, tráfico de órganos, el pavoroso submundo, la deep o dark web, el horror, el horror, o estar muy loco o querer mucho a la otra persona, a la receptora en este caso de tu dadivosa cesión tan visceral, este chiste, por lo tanto, es una birria o barra siniestra, nos da una inmensa grima, repelús, supone una espantosa afrenta, ignominiosa payasada, una parafilia médica, sadismo en vena, a otro con esa joda boba, a uno con más tragaderas que las nuestras.
Y ese trío del miedo, entente del libro gordo de petete, que se ve que se pone de acuerdo como colofón tan flojo, cómico tétrico, a todo queda, siendo muy generosos, un poco cojo o rengo, sin ningún mérito, fofo.
Tiene una sana socarronería, ay, ese policía, que sobre todo más al principio me hace gracia y me da hasta ternura, le doy muy amorosamente los buenos días. Todo es de risa, nada tiene rigor ni peso ni sustancia en este triste mundo, nos descojonamos a mandíbula batiente del ridículo y pringoso y pijotero y grosero universo entero, estamos jodidamente de acuerdo con eso, yo, de hecho, también a modo me carcajeo.
Pero a partir de un determinado momento que casi de cuya existencia preferiría no acordarme, ese gran peso que me acogota, se desangra como en día señalado de matanza un cochino tierno y pierde todo posible sentido si lo hubiera habido en algún sitio o día, es demasiado penoso ese transcurso ominoso de los hechos, el giro fenomenólgico de los acontecimientos, la actuación aberrante de los susodichos tan necios, nada te puedes creer ni te importa ya, un cojón prieto, un poco de respeto, Krzystof, por favor te lo pido.
(Spoiler aquí por falta de espacio un poco más abajo, vamos)
Vale, se ciegan, pierden el sentido y el sino, todos los pulsos se les averían o colapsan, la razón huye despavorida, toma las de villadiego, están encelados, encoñados con los más hermosos y añejos sellos, qué caros, pero un riñón así como así, como si nada, de la noche a la mañana, cuando ya tenían tanta pasta acumulada, esperando ser abrazada, de buenas a primeras, de repente un buen día, qué más n/os da si tenemos dos, si nos sobra ese pedazo de carne tonta, parece que se dicen o barruntan en alto estos primos, no tan hermanos, pues no, eso sí que no, hasta ahí podíamos llegar, para tragarse ese sapo gordo como un conejo o pasar por un aro tan oxidado y repugnante hay que ser un literalmente muerto de hambre, del tercer mundo nada menos, mercado negro, tráfico de órganos, el pavoroso submundo, la deep o dark web, el horror, el horror, o estar muy loco o querer mucho a la otra persona, a la receptora en este caso de tu dadivosa cesión tan visceral, este chiste, por lo tanto, es una birria o barra siniestra, nos da una inmensa grima, repelús, supone una espantosa afrenta, ignominiosa payasada, una parafilia médica, sadismo en vena, a otro con esa joda boba, a uno con más tragaderas que las nuestras.
Y ese trío del miedo, entente del libro gordo de petete, que se ve que se pone de acuerdo como colofón tan flojo, cómico tétrico, a todo queda, siendo muy generosos, un poco cojo o rengo, sin ningún mérito, fofo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final o epílogo sí es más interesante en un aspecto algo desapercibido, supongo, para la gran mayoría, el que desmiente lo que aparenta superficialmente esta obra o dicta su mandamiento décimo, no se trata de codicia sin freno, de deseo de más dinero, la avaricia rompió el saco y todo eso tan obvio, de que se vuelven locos y pierden el oremus en el afán obtuso obseso de acumular más pecuniario patrimonio, nada que ver, mucho yo lo siento, no piquéis el anzuelo para cazar mastuerzos, les importa en verdad un huevo al retortero, de ahí su oligofrénico comportamiento, por eso lo del riñón y todo el mostrenco periplo, porque lo que nos dicen y ellos demuestran con sus abstrusos hechos es que la vida solo puede ser apenas soportable o asumible, en el mejor de los casos incluso a ratos hasta disfrutable, o más o menos llevadera si encuentras por el camino una ocupación o rutina, una dedicación, un coleccionismo de lo que sea, da igual si chapas o pelos del coño como aquel escobar marqués inmortal, un vicio, un sentido, algo que hacer o con lo que pasar el tiempo, a lo que dedicarte en cuerpo y alma, aquello que te dé independencia y libertad para de una vez por todas poder prescindir de todos los demás, no estar a expensas de nadie por primera vez en tu vida, has logrado amar las mejores cadenas, las completamente inútiles o inservibles, las que nadie quiere, ese lujo solo tuyo, ya está, el quid, la moraleja, un jobi, una afición, una pasión, es indiferente el nombre o condición del asunto o trampantojo, por eso ríen con ganas al final, son por un instante plenamente felices, porque por fin entienden a su más o menos querido padre, que él también despreciaba el parné, que él coleccionaba sellos, eso era todo, el secreto del meollo, la felicidad estaba allí, efímera y frugal, ficticia y chusca, pero más que suficiente para ir tirando, basta y sobra para pasar página cada día con la sensación del deber cumplido, por eso celebran, porque han encontrado lo que estaban buscando desde siempre, desde el principio de los tiempos, el legado paterno, no material, sí espiritual, la enseñanza definitiva, una lección de pura vida póstuma, de ultratumba, el ejemplo más verdadero, lo que tan poca gente entiende o comprende, toda esa morralla o muchedumbre que confunde la zanahoria con el palo y se come la remolacha, a horcajadas, la letra con verduras mejor entra, o se creen algo, que avanzan o consiguen o progresan, en fin, para qué perder el tiempo si con esos nos aburrimos a muerte, mejor quedarse con esta extraña pareja tan grotesca que brinda por todo y nada.
Hay dos tipos de personas en la vida: los que se dejan sacar un riñón a las primeras de cambio, por cualquier truco o trato, a cambio de humo, muchos, tantos, y los que mientras tanto se follan, para cumplir el expediente, tampoco nos creamos, a las enfermeras en los vestuarios para matar el rato, casi ninguno, los dos hermanos, pin y pon, las dos caras de la misma moneda, el sacrificio y el placer, la entrega y el egoísmo, la muerte y la vida, es mejor ser un cantante punk absurdo o de cualquier otra mierda parecida que casarte y vivir con el hijo y la parienta, no hay de ello la más mínima duda. El bohemio se come al burgués, el artista malo al hombre de orden peor.
El hermano un poco más listo o no tan tonto aparecería más tarde en blanco, viva francia.
No he visto al rubio raro, dónde está wally.
En esta ocasión, a diferencia de los otros capítulos, la vida nos les hizo una encerrona, fueron ellos los que se metieron de cabeza en ella, por amor al arte, por puro gusto y mucha necedad.
El coso filatélico ya había aparecido en otros números del decálogo y también recuerda a Charada, esa joya estrafalaria que nos hunde el alma.
Hay dos tipos de personas en la vida: los que se dejan sacar un riñón a las primeras de cambio, por cualquier truco o trato, a cambio de humo, muchos, tantos, y los que mientras tanto se follan, para cumplir el expediente, tampoco nos creamos, a las enfermeras en los vestuarios para matar el rato, casi ninguno, los dos hermanos, pin y pon, las dos caras de la misma moneda, el sacrificio y el placer, la entrega y el egoísmo, la muerte y la vida, es mejor ser un cantante punk absurdo o de cualquier otra mierda parecida que casarte y vivir con el hijo y la parienta, no hay de ello la más mínima duda. El bohemio se come al burgués, el artista malo al hombre de orden peor.
El hermano un poco más listo o no tan tonto aparecería más tarde en blanco, viva francia.
No he visto al rubio raro, dónde está wally.
En esta ocasión, a diferencia de los otros capítulos, la vida nos les hizo una encerrona, fueron ellos los que se metieron de cabeza en ella, por amor al arte, por puro gusto y mucha necedad.
El coso filatélico ya había aparecido en otros números del decálogo y también recuerda a Charada, esa joya estrafalaria que nos hunde el alma.