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Voto de Ferdydurke:
6
7.1
7,517
Drama. Romance
Para Carolina Matilde (Alicia Vikander), casada siendo una adolescente con el rey de Dinamarca Christian VII, es un horror vivir con un marido ciclotímico y estrafalario que propone medidas como nombrar a su perro miembro honorario del Consejo de Estado, o que circulen en Copenhague por la noche carruajes vacíos para recoger a los borrachos. Así las cosas, Carolina se rinde a los encantos del médico personal del rey, un intelectual ... [+]
7 de enero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Basta ya. Lo he dejado correr unos días, pero ya no puedo más. Es hora de reclamar, actuar y avisar.
"Los siete magníficos". A mí me pasa como a ese personaje que le parecía imposible que hubieran ido allí a morir por nada (o por todo), sin cobrar casi ni un duro. Él no lo podía aceptar y pensaba que le engañaban, que en algún lugar alguien ocultaba un tesoro, que ese era el fin de todo, su inicio, sentido y explicación, el quid, el matiz, la cuestión.
Pues igual. Sé, estoy seguro, no es una leyenda, que con la crítica mil te dan el famoso millón de dolares (euros no, eso sería de una insoportable vulgaridad, lo devolvería ofendido inmediatamente, les escupiría en la cara, a todos). Además de una insignia o medalla en reconocimiento a los servicios prestados a la patria cinéfila, y mil votos positivos, de entrada, por cada nueva crítica, si la hubiera (si el dinero primero se ingresara).
Ese es el único motivo por el que he escrito estas mil críticas, por el dinero. Si no, de qué, para qué, ni una puta línea hubiera puesto, ni una tecla. Ya. Ja. ¡Gratis! Sí. Lo que faltaba. Regalar tu alma grande, tu tiempo de oro y tus innumerables conocimientos a las muchedumbres ignorantes y desagradecidas, tan egoístas y primarias. ¡Por amor al arte! Ya. Ja. ¡Imposible!
Pues sí. Espero el millón pronto. No lo necesito. Esa es la verdad. Pero lo merezco. Me toca. Me lo deben. Me lo he ganado.
"Los inmortales". Y después a matar a todos. O se suicidan o los ejecuto con los mismos dedos que han tecleado estas mil críticas. Con "Las manos de Orlac". No quiero rivales en la cumbre. Somos, los selectos seres del club de los mil, esos privilegiados y abnegados trabajadores y amigos, todos compañeros y amados, los inmortales críticos, y solo debe quedar uno.
Yo.... Por supuesto. Respeto y admiro al resto. Qué duda cabe. Los leo con fruición y envidia. Los tengo en el altar de mi ciencia. Pero ha llegado su hora. Se acabó su tiempo. Les aconsejo el dulce final de propia mano. Yo seré mucho más cruel y alevoso. Cuando me pongo, no paro. Aviso. No traiciono. Seré bárbaro, muy zarrapastroso. Les leeré, una a una, con todos los puntos y comas, las mil mías. Y si alguno resistiera, el muy felón y puñetero, a ese malnacido, le iría explicando cada minucia ambigua, toda la infinita complejidad y sutileza de mi prosa bella, detenidamente, para que así, saturado de placer estético, al fin, también feneciera)
Amor y lujo. Intriga y pasión. Ideas y golpes.
Librepensadores contra pelucas. Ciencia contra religión. Ilustración frente a Antiguo Régimen.
Voltaire, Rousseau, cadalso, locos (sangre real viciada), médicos (triunfo de la razón: alcantarillado e higiene para luchar contra las enfermedades contagiosas), viruela, vacuna.
Una superficialidad fabulosa para narrar un trozo de historia de manera impecable, reluciente, admirable.
Como un culebrón por entregas. Como una novela en fotos. Un folletín histórico de rompe y rasga, de buen gusto, eficaz y poderoso en su tono medio y educado.
Mezcla lo íntimo y lo histórico, la alcoba y el gobierno, la psicología y lo grandioso. Y lo hace con mano firme, con seda y oro.
Es la historia de un pijoaparte, de un Julian Sorel, de un gran Gatsby, de un verdadero trepa, de un extranjero valiente y moliente, caballeroso, avieso, manipulador, idealista, inteligente, culto y buen fornicador. Frío y feroz, determinado e inocente finalmente, o demasiado ambicioso realmente, de la raza de los que subestiman el medio ambiente y se sobrevaloran sin pensar/saber que el juego está cerrado, que las cartas están marcadas, que no hay salida por la tangente.
Brilla, para mi gusto perverso, en las distancias cortas, especialmente en la relación entre el listo galeno y el puñetero loco (no tanto en la más almibarada y previsible parte amorosa con reina necesitada de cariño y sexo), flojea de lo lindo en el aspecto político (¿todo para el pueblo, pero sin el pueblo? Nada de sus, parece, maravillosas medidas y leyes revolucionarias y populares tiene un efecto concreto, que debiera ser bueno para el pueblo, más bien al contrario, debe sentar como un tiro que te quiten las cadenas y aparten la bota de encima de tu cara, según lo visto y expuesto, lo cual queda muy incoherente, anula la credibilidad de la insistencia en la bondad de esas ideas razonadoras y luminosas, de ese cuestionamiento necesario de las abismales diferencias de clase, ya que el directo beneficiario, el mentado y oprimido pueblo, pareciera que las rechazase*, despreciase o no se sabe bien qué cosa).
Es una bella, enjundiosa película que te atrapa, hipnotiza y encandila durante buena parte de sus muchos minutos. A pesar de que ese placer convive inevitablemente con una constante sensación de ligereza, frivolidad y tontería, como un cuento simple, contado a espectadores poco informados o demasiado engañosos o pueriles.
Todo es tan bonito e interesante como filfa, brocha gorda en muchos sentidos.
Menos en los matices más privados, ya digo. Donde tiene sus mayores hallazgos y gracias.
"Los siete magníficos". A mí me pasa como a ese personaje que le parecía imposible que hubieran ido allí a morir por nada (o por todo), sin cobrar casi ni un duro. Él no lo podía aceptar y pensaba que le engañaban, que en algún lugar alguien ocultaba un tesoro, que ese era el fin de todo, su inicio, sentido y explicación, el quid, el matiz, la cuestión.
Pues igual. Sé, estoy seguro, no es una leyenda, que con la crítica mil te dan el famoso millón de dolares (euros no, eso sería de una insoportable vulgaridad, lo devolvería ofendido inmediatamente, les escupiría en la cara, a todos). Además de una insignia o medalla en reconocimiento a los servicios prestados a la patria cinéfila, y mil votos positivos, de entrada, por cada nueva crítica, si la hubiera (si el dinero primero se ingresara).
Ese es el único motivo por el que he escrito estas mil críticas, por el dinero. Si no, de qué, para qué, ni una puta línea hubiera puesto, ni una tecla. Ya. Ja. ¡Gratis! Sí. Lo que faltaba. Regalar tu alma grande, tu tiempo de oro y tus innumerables conocimientos a las muchedumbres ignorantes y desagradecidas, tan egoístas y primarias. ¡Por amor al arte! Ya. Ja. ¡Imposible!
Pues sí. Espero el millón pronto. No lo necesito. Esa es la verdad. Pero lo merezco. Me toca. Me lo deben. Me lo he ganado.
"Los inmortales". Y después a matar a todos. O se suicidan o los ejecuto con los mismos dedos que han tecleado estas mil críticas. Con "Las manos de Orlac". No quiero rivales en la cumbre. Somos, los selectos seres del club de los mil, esos privilegiados y abnegados trabajadores y amigos, todos compañeros y amados, los inmortales críticos, y solo debe quedar uno.
Yo.... Por supuesto. Respeto y admiro al resto. Qué duda cabe. Los leo con fruición y envidia. Los tengo en el altar de mi ciencia. Pero ha llegado su hora. Se acabó su tiempo. Les aconsejo el dulce final de propia mano. Yo seré mucho más cruel y alevoso. Cuando me pongo, no paro. Aviso. No traiciono. Seré bárbaro, muy zarrapastroso. Les leeré, una a una, con todos los puntos y comas, las mil mías. Y si alguno resistiera, el muy felón y puñetero, a ese malnacido, le iría explicando cada minucia ambigua, toda la infinita complejidad y sutileza de mi prosa bella, detenidamente, para que así, saturado de placer estético, al fin, también feneciera)
Amor y lujo. Intriga y pasión. Ideas y golpes.
Librepensadores contra pelucas. Ciencia contra religión. Ilustración frente a Antiguo Régimen.
Voltaire, Rousseau, cadalso, locos (sangre real viciada), médicos (triunfo de la razón: alcantarillado e higiene para luchar contra las enfermedades contagiosas), viruela, vacuna.
Una superficialidad fabulosa para narrar un trozo de historia de manera impecable, reluciente, admirable.
Como un culebrón por entregas. Como una novela en fotos. Un folletín histórico de rompe y rasga, de buen gusto, eficaz y poderoso en su tono medio y educado.
Mezcla lo íntimo y lo histórico, la alcoba y el gobierno, la psicología y lo grandioso. Y lo hace con mano firme, con seda y oro.
Es la historia de un pijoaparte, de un Julian Sorel, de un gran Gatsby, de un verdadero trepa, de un extranjero valiente y moliente, caballeroso, avieso, manipulador, idealista, inteligente, culto y buen fornicador. Frío y feroz, determinado e inocente finalmente, o demasiado ambicioso realmente, de la raza de los que subestiman el medio ambiente y se sobrevaloran sin pensar/saber que el juego está cerrado, que las cartas están marcadas, que no hay salida por la tangente.
Brilla, para mi gusto perverso, en las distancias cortas, especialmente en la relación entre el listo galeno y el puñetero loco (no tanto en la más almibarada y previsible parte amorosa con reina necesitada de cariño y sexo), flojea de lo lindo en el aspecto político (¿todo para el pueblo, pero sin el pueblo? Nada de sus, parece, maravillosas medidas y leyes revolucionarias y populares tiene un efecto concreto, que debiera ser bueno para el pueblo, más bien al contrario, debe sentar como un tiro que te quiten las cadenas y aparten la bota de encima de tu cara, según lo visto y expuesto, lo cual queda muy incoherente, anula la credibilidad de la insistencia en la bondad de esas ideas razonadoras y luminosas, de ese cuestionamiento necesario de las abismales diferencias de clase, ya que el directo beneficiario, el mentado y oprimido pueblo, pareciera que las rechazase*, despreciase o no se sabe bien qué cosa).
Es una bella, enjundiosa película que te atrapa, hipnotiza y encandila durante buena parte de sus muchos minutos. A pesar de que ese placer convive inevitablemente con una constante sensación de ligereza, frivolidad y tontería, como un cuento simple, contado a espectadores poco informados o demasiado engañosos o pueriles.
Todo es tan bonito e interesante como filfa, brocha gorda en muchos sentidos.
Menos en los matices más privados, ya digo. Donde tiene sus mayores hallazgos y gracias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
* Aceptan con gozo y fruición los libelos y aplauden con pasión y entusiasmo los ajusticiamientos. No observamos ni una sola prueba del bien que causan esos cambios, no apreciamos ningún agradecimiento por parte de nadie.
El concienzudo lector se convierte en niñero y amante. En padre, marido y acompañante. En maestro, legislador, economista, médico y pensador, además de sexólogo y confesor, por no hablar de rey de juegos.
Pero lo mejor es observar cómo lo consigue, cómo trata al majadero (siendo los dos su reverso: mientras el regente es ridículo, juguetón, estúpido e inseguro, el sustituto es analítico, adulto, serio y firme), un muy buen personaje, niño cruel, caprichoso, miedoso, vil, cobarde y peligroso, que necesita desesperadamente atención y seguridad.
Ese triángulo que forman es una maravilla, un descubrimiento (y un divertimento). Ella, en su primer tramo, también es un rico personaje, menos en el cargante segundo y en el forzado y epistolar broche final. Gusta más cuando llega a la corte y se encuentra con ese pequeño monstruo y con todas las intrigas reales. Recuerda a otra película de similares planteamientos, la "María Antonieta" de Coppola, aunque sea mucho menos manierista, cachonda y pija que aquella, menos arriesgada y más sensata.
Daba para una buena serie de varias temporadas. Tiene un montón de temas y buenos secundarios desaprovechados. Los dos que le ayudan a trepar, la madrastra malvada y su hijo alelado, todos los bellacos de la corte. Daba para un "Juego de tronos" sin dragones y mazmorras, ni brujas y espadas, sin tantos excesos, fantasía y libertad, una versión más recatada y relajada.
Acaba correctamente (siempre se castiga con más saña a los intrusos o extranjeros que tratan de ascender socialmente). Sobra, como casi siempre, el empalagoso epílogo. Sí, vale, sirvió para algo. Dinamarca se volvió buena, como todas las demás naciones europeas. Claro que sí. Venga, rey querido, fírmame estas última frases.
Mikkelsen pareciera el hombre de la máscara de hierro, más bien funeraria, que esa máscara fuera su cara verdadera.
Ella es una buena actriz. Aunque aquí quizás demasiado mona y ñoña.
Dos gotas más:
- El detalle del negrito es malévolo y acertado. Un juguete humano para un ser tan repelente, tan subhumano.
- Ah, ya había recortes en aquellos lejanos tiempos.
Coda: Ya sabéis que con la llegada de la Ilustración, como apuntaba bien el buen alemán, llegó el nuevo amanecer, pasamos de la noche medieval a la aurora razonadora.
Ahora nosotros estamos disfrutando de las consecuencias, del progreso, de la ciencia, de la democracia, de la igualdad, de lo ateo, estamos en plena tarde, tomando el té, recién levantados de la siesta, con una sonrisa en la cara y las mejores, grandes esperanzas.
El cielo está limpio, sin dioses. El futuro hermoso, nuestro.
El concienzudo lector se convierte en niñero y amante. En padre, marido y acompañante. En maestro, legislador, economista, médico y pensador, además de sexólogo y confesor, por no hablar de rey de juegos.
Pero lo mejor es observar cómo lo consigue, cómo trata al majadero (siendo los dos su reverso: mientras el regente es ridículo, juguetón, estúpido e inseguro, el sustituto es analítico, adulto, serio y firme), un muy buen personaje, niño cruel, caprichoso, miedoso, vil, cobarde y peligroso, que necesita desesperadamente atención y seguridad.
Ese triángulo que forman es una maravilla, un descubrimiento (y un divertimento). Ella, en su primer tramo, también es un rico personaje, menos en el cargante segundo y en el forzado y epistolar broche final. Gusta más cuando llega a la corte y se encuentra con ese pequeño monstruo y con todas las intrigas reales. Recuerda a otra película de similares planteamientos, la "María Antonieta" de Coppola, aunque sea mucho menos manierista, cachonda y pija que aquella, menos arriesgada y más sensata.
Daba para una buena serie de varias temporadas. Tiene un montón de temas y buenos secundarios desaprovechados. Los dos que le ayudan a trepar, la madrastra malvada y su hijo alelado, todos los bellacos de la corte. Daba para un "Juego de tronos" sin dragones y mazmorras, ni brujas y espadas, sin tantos excesos, fantasía y libertad, una versión más recatada y relajada.
Acaba correctamente (siempre se castiga con más saña a los intrusos o extranjeros que tratan de ascender socialmente). Sobra, como casi siempre, el empalagoso epílogo. Sí, vale, sirvió para algo. Dinamarca se volvió buena, como todas las demás naciones europeas. Claro que sí. Venga, rey querido, fírmame estas última frases.
Mikkelsen pareciera el hombre de la máscara de hierro, más bien funeraria, que esa máscara fuera su cara verdadera.
Ella es una buena actriz. Aunque aquí quizás demasiado mona y ñoña.
Dos gotas más:
- El detalle del negrito es malévolo y acertado. Un juguete humano para un ser tan repelente, tan subhumano.
- Ah, ya había recortes en aquellos lejanos tiempos.
Coda: Ya sabéis que con la llegada de la Ilustración, como apuntaba bien el buen alemán, llegó el nuevo amanecer, pasamos de la noche medieval a la aurora razonadora.
Ahora nosotros estamos disfrutando de las consecuencias, del progreso, de la ciencia, de la democracia, de la igualdad, de lo ateo, estamos en plena tarde, tomando el té, recién levantados de la siesta, con una sonrisa en la cara y las mejores, grandes esperanzas.
El cielo está limpio, sin dioses. El futuro hermoso, nuestro.