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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama La familia Solé lleva varias generaciones cultivando una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña. Pero este verano puede que sea su última cosecha: la fruta ya no renta y los paneles solares están sustituyendo a los árboles.
20 de mayo de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la historia de El padrino, que está acostumbrado a las putas y el juego y no quiere saber nada de la droga mala, aquí son malacatones por placas, no les arrienda la ganancia, lo mismito, calcado. Agricultura y Mafia.
La ciénaga + El árbol de los zuecos + Novecento + Marc Recha + A través de los olivos + Señales + Recursos humanos + Tres días con la familia.
Tiene varias grandes virtudes, por lo menos cuatro:
- Capacidad absoluta para captar la magia, esa mala cursi ñoña palabra, de la cotidianidad, de la nada diaria, con los niños se luce especialmente, para observar a los humanos con/en sus pírricas mínimas miserias y maravillas, dolores y alegrías, cómo se relacionan, para dar luz a esa inadvertida constante costumbre.
- Capacidad para atrapar, a través de hermosas imágenes, ideas variadas o contrapuestas o esenciales sintetizadas en unos pocos fotogramas repletos de belleza y significado.
- No caer en lo que (casi) todos y todas de su triste generación, es lo que toca, no hay otra, en los tópicos o modas o temas que marca el poder, no ser sectaria ni maniquea ni oportunista ni pretender dar un mensaje masaje o una lección moral simplificadora adoctrinadora homilía o apuntalar confirmar una tesis previa, no es sermoneadora ni prejuiciosa ni a toda hora feladora ni siquiera demagoga, no se cree superior al resto de la población ni a sus antepasados, es humilde, contempla y cuenta, más que suficiente, se baja del púlpito y anda a ras de suelo, olfatea, milagro.
- Se fija en la gente y en sus problemas reales, no en lo que dicen los que mandan y sus esbirros o lacayos para distraernos y confundirnos con idioteces que dividen y atontan y que reflejan en sus alicaídas obras los sumisos, paniguados, estómagos agradecidos, correveidiles o trepas que se quieren apuntar un tanto, nada que ver, va al grano, habla de la familia, del trabajo, de comer, odiar, amar, de protestas, huelgas, ricos y pobres, de herencias y papeles, del precio y el valor de las cosas, de nacer, reproducirse y morir, la sal de la tierra, y mientras, disfrutas y sufres, bailas y en lo más sagrado te cagas, todo y nada.
La única pena es que en la parte final se vuelve un poco o bastante más dramática, previsible o explícita como si temiera que no se entendiera la historia o que aburriera más todavía a los que no hay manera, público para siempre ya perdido, otro ritmo, esa/esta mirada ya no la aceptan, es superior a sus fuerzas, la paciencia o la simple observación han muerto y el estar o ser sin más han sido abolidos o prohibidos, sustituidos por una agitación angustiada sin sentido, por un ir hacia delante, la huida, o más bien hacia ninguna parte con prisa, movimiento perpetuo cretino ansioso, aceleración ciega enfermiza compulsiva, lo han conseguido, ellos, y los otros, han vencido, da igual cómo te pongas o lo que hagas, no hay salida, y de ese modo pierde parte de su fascinación puramente narrativa, algo se vulgariza, y la parte política tal y como queda resulta muy superficial o inane, una lástima porque la primera hora y media era prácticamente perfecta, sutil, inteligente, perspicaz, nutritiva, penetrante, casi milagrosa, en estado de gracia, disfrutona, juguetona, valiente, libre.
En todo caso, mucho vale la pena.
Más. Él es Sergi López, pero más a pelo, mejor si cabe.
Está contada a hachazos, a partir de escenas o secuencias que duran unos cinco minutos como si fueran pequeñas viñetas o cortometrajes sucesivos simultáneos y que se cierran sin previo aviso, por lo que los cortes constantes a veces te dejan un poco estupefacto, te cambian el paso piso, te sacan de plano, ya te habías hecho a su mundo, microcosmos, y te lo quitan de repente, aunque esos diferentes mundos o planos de la realidad pertenecen a lo mismo, son lo mismo, al universo compacto y coherente de la película, cada uno de sus trozos es como una mínima historia que acaba y empieza, autoconclusivas a la par que abiertas, normalmente pasan o van de la calma chicha o la tibieza morosa al sentido y el hallazgo, de la apatía a la emoción o la tormenta, es una forma no tan convencional, tampoco nueva, de contar que te permite, además, dejar más claroscuros o zonas de sombra que en los siguientes cachitos o montaditos puedes aclarar o cerrar o no, sería una técnica de mosaico o rompecabezas, chula, chulísima y, también, algo desconcertante.
Su realismo es como de cine francés de qualité, de Cantet, de Tavernier o de los hermanos belgas Dardenne, pero rural, más telúrico o esencial si posible fuera. Vale.
Todos los actores están bien y suele acertar en la elección de los encuadres (no siempre, a veces demasiado cerca y otras tan lejos) más bien pudorosos.
El cine de Erice sería la parte muerte y esta la vida por despedirnos con algún grande.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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