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Voto de Ferdydurke:
6
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6
6.6
13,518
Drama. Romance
En los años 50, la joven irlandesa Eilis Lacey decide abandonar Irlanda y viajar a los Estados Unidos, concretamente a Nueva York, donde conoce a Tony, un chico italiano con el que comienza a salir y del que se enamora. Pero, un día, a Eilis le llegan noticias de una triste noticia familiar y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país o volver a su tierra natal. (FILMAFFINITY)
14 de marzo de 2016
14 de marzo de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y complacido me he quedado. Qué gustirrinín. Qué bonica película. Un derrame de miel y hermosura de dos horas.
Una agonía orgásmica de postales bellas, horizontes sonrientes, mancebos galanes, irlandesas guapas, curas buenos y... una Diosa como pocas, la muy... todo, Saoirse Ronan, yo por ti me muero.
Esto es estilo, fotografía, ritmo y fluir narrativo. Montaje, música e interpretación; una sinfonía de la primavera, y del invierno. Gozosísma y gustosísima. Ya.
Que no somos nada, otra vez. Que al final de ningún sitio, ni irlandeses ni neoyorquinos, extranjeros en todas partes; apátridas e ingratos, errantes y enamoradizos, buscando siempre nuestro destino, un lugar en el mundo.
Corrimos el grave riesgo de embadurnarnos/embarrarnos con tanta dulzura y amabilidad, una guapura general tan endemoniadamente avasalladora, llena de gente buena a pesar de todo. Pero nos salvamos en el último momento, por los pelos, por un guion de hormigón armado (en lo referido a la escritura, a los estupendos diálogos y la expresión de sentimientos, no tanto a la trama) y la siempre presente, y parece que nunca oscura, Eilis.
Es verdad que está llena de trampas y peligros. Pero esta vez miraremos para otro lado. El amor es más fuerte que las bombas.
Eso se dice por lo menos.
Una agonía orgásmica de postales bellas, horizontes sonrientes, mancebos galanes, irlandesas guapas, curas buenos y... una Diosa como pocas, la muy... todo, Saoirse Ronan, yo por ti me muero.
Esto es estilo, fotografía, ritmo y fluir narrativo. Montaje, música e interpretación; una sinfonía de la primavera, y del invierno. Gozosísma y gustosísima. Ya.
Que no somos nada, otra vez. Que al final de ningún sitio, ni irlandeses ni neoyorquinos, extranjeros en todas partes; apátridas e ingratos, errantes y enamoradizos, buscando siempre nuestro destino, un lugar en el mundo.
Corrimos el grave riesgo de embadurnarnos/embarrarnos con tanta dulzura y amabilidad, una guapura general tan endemoniadamente avasalladora, llena de gente buena a pesar de todo. Pero nos salvamos en el último momento, por los pelos, por un guion de hormigón armado (en lo referido a la escritura, a los estupendos diálogos y la expresión de sentimientos, no tanto a la trama) y la siempre presente, y parece que nunca oscura, Eilis.
Es verdad que está llena de trampas y peligros. Pero esta vez miraremos para otro lado. El amor es más fuerte que las bombas.
Eso se dice por lo menos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo iba bien encauzado. Hasta la muerte de la hermana. ¿Cómo? ¿Esto va en serio? Emboscada narrativa completamente forzada y "conveniente" para que surja el conflicto previsible e inevitable.
De vuelta a Irlanda, la historia, y la buena chica de paso, se meten en problemas y se manchan las manos, y el alma. ¿Entonces no era tan buena ni tan santa? ¿Se acaba de casar y ya está poniéndole los cuernos, sentimentalmente, de pensamiento, la traidora, casi muy de hecho? ¿Ni siquiera contesta las cartas? ¿Miente como una bellaca a todo el mundo? ¿Nos tenía engañados a todos y era, en verdad, una arpía con más escuela y latín que Séneca? ¿Cómo?
Que no, que no, que la culpa es de la mensajera, otra que lo mató (al mensajero, digo), de la mezquina dueña de la tienda, que yo tenía buenas intenciones, solo estaba confundida y tal, esas cosas, volveré con el amor de mi vida (¿no eran dos, de repente, los amores para siempre?) y el final será muy feliz.
Hombre, la verdad es que tanto llevar la trama a golpes de guion acojonantes hace que se complique el asunto y convirtamos a la chica en lo que al principio no parecía/más prometía. Se entiende la idea, pero se les va de las manos y se refriegan un buen rato con cierta sordidez inesperada de embustes y desvíos peligrosos que van y vienen.
Se trata, o eso creo, de plantear la lucha entre dos necesidades, dos posibilidades vitales o dos hombres; el de la patria chica con su gente querida y su paisaje amado, más la madre, la pobre; y el del nuevo mundo, símbolo de esperanzas y libertad, pero más duro y solitario, con gente que no es tu gente pero que, quizás, quién sabe, pueda llegar a serlo. Los dos chicos representan cosas diversas y valen más por su entorno que por ellos mismos; como le dio a entender a Eilis la compañera de pensión cuando le explicó lo que suponía estar casada y por qué ella lo prefería.
Ya dijimos que se entiende, pero por un momento, qué miedo, aquello casi parecía una subasta, o le ofrezco familia italiana, piso por construir, futuro fontanero y algo de béisbol, y yo, sí aquí, un poco más al centro, le doy un irlandés pelirrojo, casa solariega, trabajo instantáneo, como caído del cielo, bar, cotillas infames y madre querida. ¿Con qué se queda, usted, querida damisela?
Tanto giro de guion (muerte, aparece novio nuevo, encuentra ocupación, todas la quieren... ) casi nos esmorramos.
El final es eficaz y cumplidor. Vuelve a poner las cosas en su sitio. El amor triunfa y todos salimos la mar de felices.
De vuelta a Irlanda, la historia, y la buena chica de paso, se meten en problemas y se manchan las manos, y el alma. ¿Entonces no era tan buena ni tan santa? ¿Se acaba de casar y ya está poniéndole los cuernos, sentimentalmente, de pensamiento, la traidora, casi muy de hecho? ¿Ni siquiera contesta las cartas? ¿Miente como una bellaca a todo el mundo? ¿Nos tenía engañados a todos y era, en verdad, una arpía con más escuela y latín que Séneca? ¿Cómo?
Que no, que no, que la culpa es de la mensajera, otra que lo mató (al mensajero, digo), de la mezquina dueña de la tienda, que yo tenía buenas intenciones, solo estaba confundida y tal, esas cosas, volveré con el amor de mi vida (¿no eran dos, de repente, los amores para siempre?) y el final será muy feliz.
Hombre, la verdad es que tanto llevar la trama a golpes de guion acojonantes hace que se complique el asunto y convirtamos a la chica en lo que al principio no parecía/más prometía. Se entiende la idea, pero se les va de las manos y se refriegan un buen rato con cierta sordidez inesperada de embustes y desvíos peligrosos que van y vienen.
Se trata, o eso creo, de plantear la lucha entre dos necesidades, dos posibilidades vitales o dos hombres; el de la patria chica con su gente querida y su paisaje amado, más la madre, la pobre; y el del nuevo mundo, símbolo de esperanzas y libertad, pero más duro y solitario, con gente que no es tu gente pero que, quizás, quién sabe, pueda llegar a serlo. Los dos chicos representan cosas diversas y valen más por su entorno que por ellos mismos; como le dio a entender a Eilis la compañera de pensión cuando le explicó lo que suponía estar casada y por qué ella lo prefería.
Ya dijimos que se entiende, pero por un momento, qué miedo, aquello casi parecía una subasta, o le ofrezco familia italiana, piso por construir, futuro fontanero y algo de béisbol, y yo, sí aquí, un poco más al centro, le doy un irlandés pelirrojo, casa solariega, trabajo instantáneo, como caído del cielo, bar, cotillas infames y madre querida. ¿Con qué se queda, usted, querida damisela?
Tanto giro de guion (muerte, aparece novio nuevo, encuentra ocupación, todas la quieren... ) casi nos esmorramos.
El final es eficaz y cumplidor. Vuelve a poner las cosas en su sitio. El amor triunfa y todos salimos la mar de felices.