Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Ferdydurke
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
5

Voto de Ferdydurke:
5
7.6
9,161
Drama
Lora Meredith (Lana Turner), una actriz viuda en paro, vive con su hija adolescente (Sandra Dee) en Nueva York. Un día, conoce por casualidad a Annie, una mujer negra (Juanita Moore) a la que contrata como sirvienta. Ese mismo día conoce también a Steve (John Gavin), un fotógrafo que se enamora de ella. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2020
27 de agosto de 2020
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mancha humana. Moulin Rouge.
Despelotada y tosca historia contada con unción matemática y milimétrico poderío.
Huir de los antepasados, escupir a tu estirpe, es lo más antiguo del mundo si quieres trepar, hacerte un hueco, abrirte camino, chapotear como si fueras marrano en mundo extraño, un clásico, desde etarras Martínez matando a mansalva para borrar su origen impuro hasta judíos del cine que se cambian el apellido para triunfar y gustar más así a su querido público, te obligaron, tú no querías, toda la gama, de lo siniestro a lo ridículo, en este caso contado de forma histérica y abrupta, sin contexto, a lo bestia, sin complejos, con grandeza.
La psicología de los personajes es igual de chillona que los colores que adornan a esta película con las mejores galas y a horcajadas, obra pintada a brochazos gruesos de belleza bruta.
Salvajada, sofisticada, helado fuego cabalga de nuevo, que tiene su estremecimiento en lo medido y bien dosificado que está todo, tanta golfada y disparate fríamente mostrados, esa locura enfermiza dentro de camisa de once varas de fuerza, trabajo bien hecho que aguanta tanto tremebundo, que maneja material dañado con manos de sabio cirujano.
El pagafantas, la actriz egoísta, nunca me preguntó, señorita, y sin escrúpulos, la hija rubia como un girasol, mimada y caprichosa que compite con su madre a muerte, la criada negra pelma que nadie soporta y de la que hasta su pobre hija huye como alma que lleva el diablo, y esta última tan descastada, desagradecida y arribista, vaya panorama desde el puente, maquillaje hasta en el corazón, que decía la canción.
O no, o todos santos y buenos aunque no quieran, aunque la niña mestiza de sangre impía les salga demoníaca a su entendible manera. Qué importa.
Mulholland Drive antes de tiempo. El melodrama bestia, por el lado salvaje de la vida, siempre tuvo el corazón oscuro, moreno de solárium, supurando muerte y maldad. Prostitución, tráfico de esclavos, drogadicción, pedofilia, gerontofilia, satrapía.
Todo alienta en el sótano ponzoñoso de esta cosa sucia, de contrabando, herida en el alma, raya que chirría con llave oxidada en coche nuevo, larvas malas.
Despelotada y tosca historia contada con unción matemática y milimétrico poderío.
Huir de los antepasados, escupir a tu estirpe, es lo más antiguo del mundo si quieres trepar, hacerte un hueco, abrirte camino, chapotear como si fueras marrano en mundo extraño, un clásico, desde etarras Martínez matando a mansalva para borrar su origen impuro hasta judíos del cine que se cambian el apellido para triunfar y gustar más así a su querido público, te obligaron, tú no querías, toda la gama, de lo siniestro a lo ridículo, en este caso contado de forma histérica y abrupta, sin contexto, a lo bestia, sin complejos, con grandeza.
La psicología de los personajes es igual de chillona que los colores que adornan a esta película con las mejores galas y a horcajadas, obra pintada a brochazos gruesos de belleza bruta.
Salvajada, sofisticada, helado fuego cabalga de nuevo, que tiene su estremecimiento en lo medido y bien dosificado que está todo, tanta golfada y disparate fríamente mostrados, esa locura enfermiza dentro de camisa de once varas de fuerza, trabajo bien hecho que aguanta tanto tremebundo, que maneja material dañado con manos de sabio cirujano.
El pagafantas, la actriz egoísta, nunca me preguntó, señorita, y sin escrúpulos, la hija rubia como un girasol, mimada y caprichosa que compite con su madre a muerte, la criada negra pelma que nadie soporta y de la que hasta su pobre hija huye como alma que lleva el diablo, y esta última tan descastada, desagradecida y arribista, vaya panorama desde el puente, maquillaje hasta en el corazón, que decía la canción.
O no, o todos santos y buenos aunque no quieran, aunque la niña mestiza de sangre impía les salga demoníaca a su entendible manera. Qué importa.
Mulholland Drive antes de tiempo. El melodrama bestia, por el lado salvaje de la vida, siempre tuvo el corazón oscuro, moreno de solárium, supurando muerte y maldad. Prostitución, tráfico de esclavos, drogadicción, pedofilia, gerontofilia, satrapía.
Todo alienta en el sótano ponzoñoso de esta cosa sucia, de contrabando, herida en el alma, raya que chirría con llave oxidada en coche nuevo, larvas malas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final la hija marcada se libra de la madre, tan gran carga, una gran chantajista emocional además, y se vuelve blanca definitivamente, nada es imposible, los sueños se consiguen si persistes. Esa madre obsesionada con la muerte, claro caso de patológica necrofilia. Y Lana le roba el novio a la hija en su cara, con las peores artes, haciéndose la despistada, mosquita muerta, ay, no me había dado cuenta, perdona, querida, hija mía, y la primogénita, lógicamente, que tiene que huir a Denver, nada menos que al Colorado lejano con el frío perro que allí hace, humillada y ofendida, toreada de mala manera, como una vaquilla.
John Gavin, tan cínico, desaprensivo y pánfilo aquí, evidente homosexual reprimido, es una mezcla lograda de Rock Hudson, Anthony Perkins y Clark Kent o, por qué no decirlo también, de Dana Andrews, George Hamilton y James Brolin, solo por pasar el rato. Muy guapo, trazado a hachazos sobrios, para tirarlo por un barranco.
La hija tan negra como el tizón recuerda a Natalie Wood antes de volverse blanca. La otra infanta, a Sue Lyon, Lolita pérfida que también se fue al Oeste, tramando en la sombra, que fracasa, no sabe con quién se la juega.
Lana es una diosa clara y tristemente infravalorada, qué bien llora, cómo mira cuando se pone dura, cuánto sabe y lo mucho que calla.
Cómo cantó Mahalia Jackson, qué gran funeral de Estado nos regalan, nosotros no nos lo merecíamos, muchas gracias.
Abstracta.
John Gavin, tan cínico, desaprensivo y pánfilo aquí, evidente homosexual reprimido, es una mezcla lograda de Rock Hudson, Anthony Perkins y Clark Kent o, por qué no decirlo también, de Dana Andrews, George Hamilton y James Brolin, solo por pasar el rato. Muy guapo, trazado a hachazos sobrios, para tirarlo por un barranco.
La hija tan negra como el tizón recuerda a Natalie Wood antes de volverse blanca. La otra infanta, a Sue Lyon, Lolita pérfida que también se fue al Oeste, tramando en la sombra, que fracasa, no sabe con quién se la juega.
Lana es una diosa clara y tristemente infravalorada, qué bien llora, cómo mira cuando se pone dura, cuánto sabe y lo mucho que calla.
Cómo cantó Mahalia Jackson, qué gran funeral de Estado nos regalan, nosotros no nos lo merecíamos, muchas gracias.
Abstracta.