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Rusia Rusia · Stalingrado
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Voto de Ferdydurke:
7
Voto de Ferdydurke:
7
Aventuras. Western Año 1823. En las profundidades de la América salvaje, el explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) participa junto a su hijo mestizo Hawk en una expedición de tramperos que recolecta pieles. Glass resulta gravemente herido por el ataque de un oso y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald (Tom Hardy). Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, ... [+]
29 de febrero de 2016 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos sabemos que el cine se rige por unas cuantas directrices/directivas fundamentales e innegociables. Pues una de las más evidentes es la que dice que en cuanto a un actor le ponen la firma, se quedan con su cara y se relamen con un determinado personaje, ya está jodido, no podrá salir de esa casilla maldita a riesgo de perderse en la noche del desconcierto y el olvido. Y volvió a pasar. Ni el bueno de Di Caprio fue una excepción; se ve que le vieron arrastrarse titánicamente en El Lobo de Scorsese y se dijeron de inmediato, a repetir que fue bien, de ahora en adelante serás un actor reptante, gusano, culebra o serpiente serán tus nuevos nombres, interpretarás a ras de suelo, la mugre será tu piel y no levantarás un palmo bajo pena de lesa gravedad. No sé si se trata de un recuerdo del origen de la especie, cuando salimos del agua, millones de años atrás, y nos deslizamos por la tierra; de una metáfora ofidia de esa noche de los tiempos o, quizás, a saber, una simple opinión sobre el estado de la nación, el mundo, un deseo de retroceder, ansia de regresión, anhelo de lo arcano, de cualquier tiempo pasado que, como es bien sabido y nunca suficientemente recordado, siempre fue mucho mejor.
Una vez aclarado este asunto vidrioso, me dispongo a dictar mi ley crítica como acostumbro. Espectáculo grande, ande o no ande, abracadabrante, fastuoso y epatante, de los que me gustan, de los de tirar la casa por la ventana y decir aquí estoy yo, con mi cámara y dos cojones, que soy el Iñarritu mexicano y ahora mismo el number one. Os vais a cagar.
Sí, sí, así fue. Una experiencia de cine, de verdad, potente, rotunda, regocijada. Amedrentado y apabullado, así estoy yo sin ti. Sin respiro y sin aliento me quedo. Venga a gozar con toda esa bella panoplia/amalgama de imágenes y sonidos: el tambor recurrente, la nieve, los bosques, los ríos, las montañas, la sangre, la agonía, la pelea, el cuchillazo, el hachazo, el balazo, el frío, la flecha... Todo. Aplauso, largo, cálido, interminable.
Pero no nos podemos quedar contentos con solo hacer gala de fiestas y piropos. Tenemos que regalar también unas cuantas pullas, quejas y lamentos. Para quedarnos a gusto y mantener el pabellón crítico en todo lo alto, que luego no se diga, nunca nos arrugamos, nos arrimamos.
Procedamos, me sobra la trascendencia de chichinabo, ese conglomerado de visiones, pesadillas, alucinaciones, iluminaciones y demás supercherías; la tanta solemnidad que se acerca por momentos (escasos, perdonables, pero inevitables teniendo en cuenta semejante pretenciosidad protuberante) a la risa y, pongámonos serios de una vez, casi la trama misma, de tan escuálida, ridícula y repetida. El argumento cabe en una servilleta escueta. Muy bueno es puteado a conciencia por maloso revoltoso, el primero se convierte/muta en superhéroe o semidios y busca venganza en el nombre del hijo. Triste, sí. Conocido, también. Pero es lo que hay. A la forma rimbombante, que quiere partir la tierra en dos, no le acompaña un guion muy esmerado que digamos, más bien consabido y finiquitado.
Un hiperrealismo bellísimo y alucinado en el que me faltó: la hiena comiéndole los higadillos, la solitaria devorándole el intestino, el águila imperial sacándole los ojos de la cara, un ejército de ladillas tocándole los cojones, el camión de la basura pasándole por encima, el entretenido discurso del presidente del senado (español, por supuesto) tras aumentarse el sueldo (sin que sirva de precedente ni que cree jurisprudencia) y el roscón de reyes atravesado en la misma herida por la que se le escapaba la vida en un suspiro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pierde a la mujer, le atacan los indios, le insultan y humillan, le devora un oso, se lo come a lametones (el mismo oso), lo mata (otra vez él) y acaba cubriéndolo (en todos los sentidos, parece el del chiste del cazador que siempre acudía a su cita, sin falta ninguna), le matan al hijo, le entierran vivo, le tiran al río, lo matan de frío, lo desbarrancan, le matan al caballo, lo punzan, lo lancean, lo cuartean, se quema, lo trocean, lo descoyuntan, le escupen, lo revientan, lo parten, le crujen, le zahieren, le remiendan, le desmiembran, pudren, pringan, chorrean... y aun así no se lo cargan del todo. A una persona normal el oso lo hubiera matado en el primer asalto (o quizás del susto, nada más empezar la película, al minuto y medio más o menos), a Di Caprio, no, normal, es inmortal.
Dos cosas más: el principio y el final. Deslumbrante comienzo. Esa cámara movediza y ese ataque indio y esa huida al son del tambor. Fabuloso. El cierre: impecable. Di Caprio mira a cámara y se funde en negro. Bien, esa mirada retadora dice esto, sin duda: a ver, querido espectador, esto no puede seguir así, vamos a precisar, es decir, cuanto tú más te apoltronas en tu vida de sofá, ordenador, guasap, gimnasio al que nunca vas y trajín virtual, como de segunda mano, atrincherado tras tanto tonto trasto, mucha mala tecnología, y escondido de la cruda realidad, a salvo, a mí, para compensar, me toca hacer pelis cada vez más extremas y delirantes, más sanguinolentas y repugnantes, lo cual, obviamente, es insoportable. Ya me veo en la próxima convertido en un topo mudo y sordo que al principio de su epopeya, en una mala caída, queda parapléjico y se dedica el resto de metraje a autocanibalizarse centímetro a centímetro mientras es roído con infinita paciencia por un alacrán pavoroso al que acompaña un regimiento de mosquitos anófeles, moscas zulú y sanguijuelas obsesivas compulsivas. Por lo tanto, ánimo, sal de casa, toma el sol y que te dé un poco el aire, vete de picnic o lo que sea, si no es por ti, hazlo por mí, mucho te lo agradeceré, por favor, por dios.
Un consejo o recomendación: esta película es perfecta para carniceros de vocación, vegetarianos dubitativos y/o arrepentidos, aprendices de mártires (dale con el calvario y la afrenta; deja al Caviezel del Gibson Cristo y al Brando siempre apaleado en peleles subvencionados), iluminados de la supervivencia, animalistas tiquismiquis, hemofílicos aprensivos o delicados y guardabosques en paro.
Acabo: no digo que Leo no clavara el aperreo y los espumarajos por la boca, yo no he dicho eso, ni tampoco niego que lleve una carrera gloriosa, muy esforzada y acertada, digna de premios sin cuento, o de alguno por lo menos, pero no sé, me pareció más rica y compleja la composición del buen Hardy, casi que ni le reconocía de tan logrado y simpático que estaba en su villanía recién adquirida.

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