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Voto de Ferdydurke:
5
6.8
8,827
Drama. Thriller
Emilio Barrero (José Coronado) es un economista que trabaja en el Banco de España. Tiene una esposa modelo, un bonito chalet y un hijo que le admira. Su esposa (Adriana Ozores) le está preparando una sorpresa para su cumpleaños; pero la sorpresa se la va a llevar ella, porque la vida de Emilio está basada en la mentira. Cuando conoce a Rosana (Marta Etura), una encantadora estudiante, el precario equilibrio de su vida se quiebra y todo ... [+]
9 de junio de 2020
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buzo con acreditación de visitante del Banco de España sentado en un banco en el parque.
Clara metáfora de España donde Coronado es el Estado, con su infinito ejército de políticos estupefacientes y funcionarios tan solventes, ominoso y saqueador, que mientras nos roba a manos llenas también nos folla a mala idea, a todos, a los pobres desgraciados, uno a uno, por turnos, y a la vez, expolio a mansalva, en nuestra cara, con nuestro claro y feliz consentimiento, como rendidas ovejas al matadero, horrísono y estrepitoso, a tumba abierta.
En España (ni por supuesto en el resto del mundo tampoco, ni en Austria, quién lo diría) nadie trabaja, todo el mundo finge que trabaja, hace que trabaja, pero en realidad nadie lo hace, la clave es que lo parezca, todas las fuerzas van a eso, a esa gigantesca, ridícula comedia, a hacer que se hace sin que se haga verdaderamente nada. Por eso el más trabajador es el que menos trabaja, es decir, el mejor actor como trabajador, el que dedica todas sus energías a la representación, que es lo que cuenta, memorizar, imitar, improvisar, no salirse de las marcas y estar pendiente de los focos, del maquillaje y las instrucciones del director, de todos los directores. Es así en todas partes. Todos lo sabemos y fingimos que no nos damos cuenta. Es triste y cansado. Y también de risa. Queramos o no. Da igual que no lo reconozcamos.
Y el dinero todo es en negro.
Si les conviene, se lo creerán, da igual lo que hagas o no, lo que les cuentes o no, lo que digas ser, eso no importa nada, lo que importa es que saquen beneficio, que crea que lo sacan o que lo van a sacar, que les vaya bien, o que crean que les va bien, lo demás da igual. Si es así, tienes carta blanca, puedes hacer lo que quieras, engañar, robar, matar, hasta votar puedes, todo te lo perdonarán y hasta lo aplaudirán, incluso que te creas las noticias, increíble pero cierto, eso también te lo aceptarán, si creen que sacan ventaja, si sienten que les conviene, si les viene bien.
O no hacer nada, también les vale si parece que sucede, si sigues la corriente, todo sea por la inercia, la costumbre, el rebaño, la molicie.
El problema es que tú no quieres, tú quieres decir la verdad, dejar la mentira, la comedia, pero ellos no te dejan, los muy puñeteros se empeñan, se dan cuenta de que quieres escapar y te presionan para que sigas, en el teatro, en la indecencia, así de penosa es la vida, amigo, y la eterna comedia, que agota por grotesca.
La película está bien, Adriana Ozores hace una exhibición descomunal de poderío interpretativo, Coronado cumple con grandeza precisa, clava su gracioso personaje como si lo entendiera demasiado, y la Etura siempre es agradable, elegante, eficiente, atrayente, fría y sensible. La historia es real como la vida misma, pero eso da igual, es una buena trama, es lo que importa. Y el director es correcto, esmerado, y todo en su sitio está puesto. Convencional, agradablemente mediocre, suficientemente elocuente, transparente.
Pero yo diría que falla en la historia de la amante un poco inverosímil todo y en la parte final que no se le saca casi nada de partido a un material tan potente, perfecto, es como si haces la jugada de tu vida y ya en boca de gol, solo, sin portero ni defensas, coges y la mandas al cielo. Pues aquí casi que pasa igual.
Clara metáfora de España donde Coronado es el Estado, con su infinito ejército de políticos estupefacientes y funcionarios tan solventes, ominoso y saqueador, que mientras nos roba a manos llenas también nos folla a mala idea, a todos, a los pobres desgraciados, uno a uno, por turnos, y a la vez, expolio a mansalva, en nuestra cara, con nuestro claro y feliz consentimiento, como rendidas ovejas al matadero, horrísono y estrepitoso, a tumba abierta.
En España (ni por supuesto en el resto del mundo tampoco, ni en Austria, quién lo diría) nadie trabaja, todo el mundo finge que trabaja, hace que trabaja, pero en realidad nadie lo hace, la clave es que lo parezca, todas las fuerzas van a eso, a esa gigantesca, ridícula comedia, a hacer que se hace sin que se haga verdaderamente nada. Por eso el más trabajador es el que menos trabaja, es decir, el mejor actor como trabajador, el que dedica todas sus energías a la representación, que es lo que cuenta, memorizar, imitar, improvisar, no salirse de las marcas y estar pendiente de los focos, del maquillaje y las instrucciones del director, de todos los directores. Es así en todas partes. Todos lo sabemos y fingimos que no nos damos cuenta. Es triste y cansado. Y también de risa. Queramos o no. Da igual que no lo reconozcamos.
Y el dinero todo es en negro.
Si les conviene, se lo creerán, da igual lo que hagas o no, lo que les cuentes o no, lo que digas ser, eso no importa nada, lo que importa es que saquen beneficio, que crea que lo sacan o que lo van a sacar, que les vaya bien, o que crean que les va bien, lo demás da igual. Si es así, tienes carta blanca, puedes hacer lo que quieras, engañar, robar, matar, hasta votar puedes, todo te lo perdonarán y hasta lo aplaudirán, incluso que te creas las noticias, increíble pero cierto, eso también te lo aceptarán, si creen que sacan ventaja, si sienten que les conviene, si les viene bien.
O no hacer nada, también les vale si parece que sucede, si sigues la corriente, todo sea por la inercia, la costumbre, el rebaño, la molicie.
El problema es que tú no quieres, tú quieres decir la verdad, dejar la mentira, la comedia, pero ellos no te dejan, los muy puñeteros se empeñan, se dan cuenta de que quieres escapar y te presionan para que sigas, en el teatro, en la indecencia, así de penosa es la vida, amigo, y la eterna comedia, que agota por grotesca.
La película está bien, Adriana Ozores hace una exhibición descomunal de poderío interpretativo, Coronado cumple con grandeza precisa, clava su gracioso personaje como si lo entendiera demasiado, y la Etura siempre es agradable, elegante, eficiente, atrayente, fría y sensible. La historia es real como la vida misma, pero eso da igual, es una buena trama, es lo que importa. Y el director es correcto, esmerado, y todo en su sitio está puesto. Convencional, agradablemente mediocre, suficientemente elocuente, transparente.
Pero yo diría que falla en la historia de la amante un poco inverosímil todo y en la parte final que no se le saca casi nada de partido a un material tan potente, perfecto, es como si haces la jugada de tu vida y ya en boca de gol, solo, sin portero ni defensas, coges y la mandas al cielo. Pues aquí casi que pasa igual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Nadie no puede morir porque no existe. Y sobre todo es imposible que nadie se mate. Nadie siempre está presente, es eterno, infinito, omnipotente. Nadie es todos, la vida entera, nadie es cada uno de nosotros, nadie es la realidad completa, es todo lo que nos rodea, la sangre que el corazón bombea, la inmensa mentira que nos ahoga y envuelve como si no existiera.
Nadie es inmortal, es anterior y posterior al hombre. Nadie es evidentemente Dios.
El que muere es Coronado, o Emilio, un cualquiera. Pero nadie no. De hecho, yo lo veo todo el rato, está aquí mismo mientras escribo, también contigo, al ladito tuyo, lee, fíjate un poco y lo verás sentadito.
- Todo lo del niño es muy cargante, lo de la beca, muy atorrante, lo del amigo, un disparate.
- Al final tendría que haber explotado todo por los aires, está muy mal acabado, lo resuelven de un plumazo y de aquella mala manera, como lejana y anestesiada. La prueba es que la escena potente es la que está a la mitad, la tramposa, la que trata de engañar al espectador con malas artes, la del meado, es como si la hubieran adelantado porque no se fiaban del triste final que se habían inventado.
- Empiezas robando y engañando a todo el mundo y al final, ya en la más pura y abismal degradación, tienes que decir que eres economista.
- El realmente existente, o más ficticio seguramente, el francés Jean-Claude Romand (el que dio lugar a la gran novela de Emmanuel Carrere, "El adversario", y en la que se basaron, parece evidente, lo reconozcan o no, las películas posteriores, también esta) que, por cierto, salió de la cárcel el año pasado tras pasar allí 23 y que ahora tiene 65, mató a todos menos a él mismo, claro está, a diferencia de este hermano gemelo suyo español que es mucho más majete y compasivo, dónde va a parar, nos suele pasar.
Nadie es inmortal, es anterior y posterior al hombre. Nadie es evidentemente Dios.
El que muere es Coronado, o Emilio, un cualquiera. Pero nadie no. De hecho, yo lo veo todo el rato, está aquí mismo mientras escribo, también contigo, al ladito tuyo, lee, fíjate un poco y lo verás sentadito.
- Todo lo del niño es muy cargante, lo de la beca, muy atorrante, lo del amigo, un disparate.
- Al final tendría que haber explotado todo por los aires, está muy mal acabado, lo resuelven de un plumazo y de aquella mala manera, como lejana y anestesiada. La prueba es que la escena potente es la que está a la mitad, la tramposa, la que trata de engañar al espectador con malas artes, la del meado, es como si la hubieran adelantado porque no se fiaban del triste final que se habían inventado.
- Empiezas robando y engañando a todo el mundo y al final, ya en la más pura y abismal degradación, tienes que decir que eres economista.
- El realmente existente, o más ficticio seguramente, el francés Jean-Claude Romand (el que dio lugar a la gran novela de Emmanuel Carrere, "El adversario", y en la que se basaron, parece evidente, lo reconozcan o no, las películas posteriores, también esta) que, por cierto, salió de la cárcel el año pasado tras pasar allí 23 y que ahora tiene 65, mató a todos menos a él mismo, claro está, a diferencia de este hermano gemelo suyo español que es mucho más majete y compasivo, dónde va a parar, nos suele pasar.