Acierta Villeneuve como guionista en la adaptación de la obra teatral del mismo titulo del libanes Wadji Mouaward estrenada en Madrid en el 2008. También acierta con una dirección que sobre todo en la primera hora sabe engrasar la narración para que fluyan unas escenas que de otra forma hubieran lastrado en exceso el, a mi juicio, excesivo metraje. Así pues en esa primera hora quedamos enganchados ante una historia enigmática que va adquiriendo tintes de tragedia griega y cuyo desenlace mas previsible de lo deseado nos hace reflexionar sobre la fuerza brutal e imparable que provoca la violencia y su posteriores venganzas. Aquello de violencia solo engendra violencia toma aquí una de tantas muestras en uno de tantos incendios que desde que el mundo es mundo no conseguimos apagar ni controlar. Con una puesta en escena austera, apoyada por una fotografía dura y fría, Villenauve aporta las dosis justas de horror visual para encogernos el corazón y seguir con estupor un recorrido vital de una mujer (estupenda Lubna Azabal) que perdona pero no olvida, victima y verdugo de un mundo cuyos habitantes pintan sus ambiciones de poder con fronteras, colores o dioses.
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