Invictus, me decepciono bastante. Con este sencillo melodrama magistralmente rodado, Eastwood vuelve a demostrar que es un maestro digno heredero de la época dorada del cine de Hollywood. Es capaz de mantenernos pegados a la pantalla durante dos horas para contarnos tres pequeñas historias que hubieran podido contarse en menos tiempo y mantener el pulso con una cámara que se mueve con una elegancia y un pulso de cirujano y un manejo de los tempos y situaciones que nos sorprende ya sea con un tsunami o tomando una taza de café. Todo el reparto encaja a la perfección con un Damon cada día mas maduro. Algunos pasajes son antologícos, como la exposición de la relación entre los niños gemelos y la fotografía y los breves acordes que componen la banda sonora, una delicatessen. Sin embargo creo que casi todos sus finales se precipitan y no están a la altura del resto de la cinta.

La excusa sobre la existencia o no de otra vida mas allá de esta sirve solo como trasfondo para descubrir que aquí y ahora estamos solos y nuestra devenir es tan frágil y efímero que no podemos desaprovecharlo. A sus 80 años el bueno de Clint sigue sacando provecho y regalándonos un cine en peligro de extinción.

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