Ni más ni menos. Garci nos enseña la gente del Madrid de 1950, con su ingenio, su provincianismo, sus dichas y desdichas. Y a mi me pareció una estupenda película, tanto que pese a su largo metraje y a no haber argumento, en ningún momento me aburrí. A ello contribuyen, claro está, los grandísimos actores (olé por ese Alfredo Landa: ruuum, ruuuuum) y la habitual habilidad de Garci, que me parece uno de los más grandes directores españoles que estaría más reconocido si no le hubiese caído mal a la falsa e hipócrita progresía que nos dicta a los borreguitos lo que tenemos que ver, leer, escuchar,... Que no se canse nunca Garci y que siga así. Un dato de su capacidad para penetrar en el alma del espectador: si yo nací en 1974, ¿cómo es que al ver esta película salí del cine sintiendo nostalgia?