Entrañable aventura que, como otras películas de animación de Miyazaki, va más allá del simple entretenimiento para convertirse en una experiencia inolvidable que sabe tocar la fibra adecuada y levantar sentimientos en el espectador.

Porco es un cerdo aviador que surca el Adriático manteniendo a raya piratas aéreos. La apariencia puramente infantil de dicha premisa se disipa en los primeros minutos, donde nos presentan a Porco como un ser muy carismático, querido por todo el mundo, respetado por sus rivales e incluso resulta irresistible para las damas. Todo el mundo lo mira como cerdo como si fuera lo más natural del mundo, y pronto el espectador lo hace también. Las apariencias no importan, el interior, sí.

Pese a la aventura, la comedia, las frases de Porco y las entretenidas escenas de acción, lo que en realidad domina esta película es el romanticismo. Porco Rosso es, ante todo, romántica. Por la relación del piloto con la dama que lo espera, de amor complicado, por la soledad del espíritu viajero del aviador, por aquella muchacha que lo acompañaba y se despedía con un beso, por aquel avión que nadie era capaz de conducir, por los compañeros que ascendieron aquel día en que aún era humano, por aquella vez donde los navegantes de mar y aire del Adriático se juntaron para ver el duelo contra el americano, y todos gritaban, animaban y apostaban. Aquellos preciosos días, antes de que la confusión de la guerra azotara de nuevo.

El momento histórico, con sus referencias ¨escondidas¨, se retrata entre fantasía e imaginación, en una historia adecuada para todo tipo de público. Excelente.