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Voto de Juan Marey:
9
Western El veterano cazador de recompensas Morg Hickman (Henry Fonda) cabalga hasta una ciudad sin ley. El sheriff ha sido asesinado y su sustituto es un joven inexperto (Anthony Perkins). Cuando descubre que Morg antes que cazarrecompensas fue un agente de la ley, le pide que lo instruya. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2023
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“Cazador de forajidos” fue el resultado de la apuesta decidida de la “Perlsea Company”, compañía creada en 1951 por el productor William Perlberg y el director George Seaton, a quienes llegó un extraordinario guion, nominado al Oscar, de Dudley Nichols, escritor habitual de John Ford en la década de los cuarenta. La historia tenía como protagonista a un cazador de recompensas, personaje, a diferencia de Europa, no excesivamente explotado en el wéstern americano que, además, presentaba importantes diferencias con la figura prototípica de los “eurowésterns”, ya que si en estos, siguiendo el arquetipo creado por Sergio Leone en “La muerte tenía un precio” (1965), se caracterizaba por su amoralidad y el deseo de obtener un rédito económico a cualquier precio, en el wéstern que nos ocupa se nos presenta como un hombre con principios morales muy sólidos, convertido en el brazo armado de la ley y necesario para pacificar el Oeste. Además fue el único wéstern producido por la Perlsea,
una película rodada en blanco y negro, por lo que llama la atención que encargarán su dirección a Anthony Mann cuyas películas del Oeste más famosas se habían caracterizado por el uso del color y de la naturaleza como elementos dramáticos de primer orden.

Henry Fonda, una de las más fieles encarnaciones de la dignidad sobre la pantalla de cine, se encuentra aquí en el papel de un frío caza recompensas enfrentado contra un Oeste que ha dejado de ser salvaje al menos en su apariencia externa, su Morgan Hickman de “Cazador de forajidos” se presenta con una impasible amoralidad, es un hombre que ha reducido la justicia y la muerte a un simple medio de vida, a negocio, mercancía, no obstante, se trata de una pose impostada, construida para defenderse contra los agrios y dolorosos embates de la hipocresía que domina la sociedad supuestamente civilizada, ávida de justicia limpia pero cobarde e insolidaria a la hora de hacerla valer, una conducta hermética, renegada y descreída aunque en perpetuo desacuerdo con su naturaleza sentimental y con los desafíos de su presente, a través de los cuales se descubrirá su condición de llaga ardiente, mal cicatrizada.

La dirección de Mann es simplemente perfecta, es tan brillante que parece sencilla, extremadamente sobria y planificada de forma magistral en planos y contraplanos, donde demuestra un magnífico dominio del lenguaje cinematográfico clásico. Además la película visualmente es una maravilla, Mann, con la ayuda inestimable del operador Loyal Griggs saca el máximo partido del formato VistaVision, un nuevo sistema creado por la Paramount para frenar la competencia de la televisión, volviendo a demostrar su pericia técnica y su maestría a la hora de componer las escenas en las que la ilimitada profundidad de campo juega un papel fundamental, al mismo tiempo que coloca la cámara en el lugar exacto en cada secuencia de la película. La excelente composición de planos brinda contrapicados, escorzos irrumpiendo en el plano, además los escasos primeros planos sirven para subrayar estados emocionales, como debe ser, de igual modo, como ya hemos señalado, hace un portentoso uso de la profundidad de campo y emplea fluidos y elegantes travellings laterales con asiduidad. Mann se sirve, además, de un excelente reparto, encabezado por el ya referido Henry Fonda y por Anthony Perkins (en un papel que casi abandona por enfermedad, y para el cual se pensó para reemplazarle en Jeffrey Hunter), pero conviene no olvidar a magníficos secundarios como Neville Brand, John McIntire, o el imprescindible Lee Van Cleef.

Un wéstern espléndido que, como la estrella de su título original, brilla con luz propia gracias a la extraordinaria dirección de Anthony Mann, un guion de Dudley Nichols soberbio, de gran profundidad y con diálogos sobresalientes, magníficas interpretaciones de todos los actores, y una adecuada partitura musical de Elmer Bernstein, prácticamente debutante en el género. Pienso que es de obligatoria visión para todo buen aficionado al cine.
Juan Marey
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