Y no por el hecho de que estemos ante un filme de temática erótica. Porque a estas alturas de la película ya nadie va a escandalizarse por las escenas subidas de tono de esta secuela basada en los libros de E. L. James.

La polémica viene porque, una vez más, los usuarios de FilmAffinity más sesudos deciden destruir una película que no está hecha para ellos. Ellos que disfrutan llevando a las nubes esas historias llenas de premios y de gente que sufre mucho y llora, o que hace reír con humor inteligente, no terminan de entender que en una sala de cine debe estrenarse de todo. Y que hay gente capaz de disfrutar con este tipo de filmes.

Que no seré yo quien diga que es la película del año, pero estás Cincuenta sombras más oscuras cumplen con lo que se espera de ellas. Casi dos horas de erotismo mainstream que tienen la sana vocación de entretener. Y los, y sobre todo las, que se han leído los libros han encontrado un fiel reflejo de lo que encontraron en las páginas de esta trilogía que, mal que les pese a muchos, se han vendido como churros.

Jamie Dornan no me terminó de convencer en la primera parte, pero en esta vemos al Grey que yo al menos esperaba. En el caso de Dakota Johnson, me gustó más en la predecesora.

Las escenas de sexo me han parecido mejor rodadas que en la primera y ese toque de intriga hace que la película no se haga pesada.

Destacar a Marcia Gay Harden, una de las actrices más desaprovechadas de la industria hollywoodiense, y sobre todo a Kim Basinger que está estupenda en un papel que espero tenga más presencia en la continuación.

En fin, para disfrutarla sin tanto prejuicio. Es uno más feliz cuando va al cine y se deja los cuchillos en casa.