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Voto de El Tito Mel:
10
Intriga Un sacerdote escucha la confesión de un criminal. Cuando las circunstancias implican al cura, y las sospechas de la policía recaen sobre él, entonces tendrá que afrontar una espinosa situación: no puede contar lo que sabe; tiene, pues, que encubrir al culpable porque está obligado a respetar el secreto de confesión. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay otras películas de Hitchcock más celebradas que esta, como Psicosis, Con la muerte en los talones, Rebeca, La ventana indiscreta, Los pájaros, Crimen perfecto, Encadenados.... Y, pese a ser mucho menos afamada, para un servidor, Yo confieso es superior a todas ellas quizá exceptuando Psicosis. Es decir, que entre estas dos está el debate de cual es la mejor película de unos de los mejores y más importantes cineastas de la historia, ahí es nada.

Yo confieso es una de las obras con más poso de la filmografía de un director que era un innovador genio en lo estético pero al que nunca le importó tanto el contenido de sus obras como su efectismo. La mayoría de sus grandes clásicos, si uno los analiza en profundidad, no son más que brillantes ejercicios de juego vacío con el espectador. Sin embargo, aquí se mete con grandes temas como la religión, la moral, los límites de la condición humana, del bien y del mal, el amor prohibido, la justicia y hasta la inmisericorde e hipócrita sociedad y su reverso inhumano cuando actúa en manada.

No puedo desgranar mucho más sin hacer spoilers, pero todos esos temas están ahí. Y además tenemos al Hitchcock de siempre, al maestro del suspense, de la tensión, de la angustia, de la intriga... Al genio capaz de narrarnos una historia solo con planos, gestos y miradas (las miradas en esta película llegan a ser auto-spoilers). A eso también ayuda un reparto en estado de gracia, empezando por un Montgomery Clift idóneo para dar vida a ese sacerdote atormentado (las primeras elecciones del director, Cary Grant y James Stewart, jamás podrían haber transmitido lo mismo que ese talentoso muñeco roto que era Clift en la vida real) y secundado por el siempre genial Karl Malden, unos correctos Anne Baxter y Brian Aherne, y sobre todo el desconocido O.E. Hassen que aquí hace un tour de force que va desde el sumiso rastrero hasta el asesino implacable capaz de todo en su huida hacia delante.

Dicen que esta es otra de esas pelis de las que renegaba el propio Hitchcock, como pasaba con La soga. Al igual que en esta última, yo estoy totalmente en desacuerdo con su propio creador. Al parecer el director no quedó contento con la falta de humor, acostumbrada como estaba a utilizar sus películas para realizar sus jueguecitos y sus sornas. Pero claro, es que no todo va a ser eso, querido Alfred. De vez en cuando también hay que ofrecer algo más. Y en este maravilloso drama se encuentra lo mejor de uno de los más grandes artesanos del séptimo arte.
El Tito Mel
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