Personaje estandarizado = clave del éxito.

Digamos que hay una revista (Vogue) que dirige una bruja (o eso dicen) en su edición americana, que mantiene su enemistad con la editora europea, todos la temen y una palabra suya sirve para paralizar el mundo de la moda y que la plebe le aplauda.

Pues alguien vio el filón de oro para producir una película a través de este mito moderno añadiendo tintes de superación personal, con una patita fea y muchas princesas urbanitas.
Más de lo mismo pero con lazos de un azul cerúleo para decorar el misterio.

Podría contar que un tipo comienza en su nuevo trabajo en una revista de caza. Allí acude con su traje de Armani, una camisa de la colección primavera-verano de Yves Saint Laurent y el maletín Louis Vuitton, porque sus gustos por lo selecto no le deberían impedir trabajar en este lugar de paso para alcanzar otro tipo de publicaciones. Pero el pobre no encaja, no hasta que lleve chaqueta verde, botas de montaña y pantalones multibolsillo.

Pronto acepta el reto y deja de lado los coctails de gala y los brunch para tomar cervezas en bares de carretera y venerar los días de caza del ciervo, todo ello sin dejar de lado su integridad laboral y consiguiendo destacar entre sus compañeros con su bondad característica y milagros como conseguir que el señor Rudolph, que batió un récord en la modalidad de pesca con mosca, un hombre muy comprometido y ocupado, les dé una entrevista desvelando sus secretos cuando era algo prácticamente imposible.

Aunque mantenía una relación con una ejecutiva con aspecto de diosa, empezó a interesarse por la mujer que rellenaba los cafés en un bar de Minnesota, una señorita de unos 50 años que siempre iba mal peinada y tenía una verruga junto a su nariz. Siempre que podía coqueteaba con él, levantándose ligeramente la falda para enseñarle la goma elástica de sus medias terapéuticas para aliviar las varices.

Su vida había cambiado mucho, y a nadie le reconocía y él no lo comprendió hasta que un día su jefe le invitó a una cacería privada y vio que allí se iba para cazar tigres de bengala. Cuando, animado por su jefe, estuvo a punto de disparar a uno de esos trofeos, se dio cuenta que ese no era su mundo, que él no quería seguir los pasos de un hombre que adora matar animales de razas extintas pasando por alto todo tipo de leyes internacionales. Así que abandonó aquella revista, quiso ser el de siempre, todo aquel que trabajó con él supo que tenía alma, honradez, que llegaría lejos, sólo necesitaba encontrarse de nuevo a sí mismo para superar cualquier reto. Eso sí, las botas de montaña pasaron a ser imprescindibles en su fondo de armario.

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