El realizador Roger Corman consiguió a base de realizar películas de bajo presupuesto ser considerado un director de culto. Muchos cineastas de los 80 o 90 han salido contínuamente al paso para reivindicar su figura cineasta prácticamente artesano consiguiendo adaptar un buen número de películas de las consideradas de "série B". En particular, Corman adaptó diversos textos del conocido escritor Edgar Allan Poe, con resultados un tanto desiguales, pero no exentos de voluntad.

El realizador nos ofrece en esta ocasión uno de los relatos más conocidos del escritor. Teniendo en cuenta que en los principales relatos de Poe, el terror es más bien psicológico o introspectivo, Corman, con mucha imaginación dio una vuelta de tuerca a ese (aterrador) mundo interior sobre el que escribía el protagonista, y nos ofrecía una historia en la que a un estado de enajenación se le unía un acto criminal: Elizabeth (Barbara Steele), planea junto a su amante Charles (Anthony Leon) un plan para deshacerse de su marido Nicholas (Vincent Price), aprovechando su obsesión a ser enterrado vivo.

Sin embargo, el intento tendrá unas consecuencias imprevisibles al despertar en Nicholas antiguos miedos y vivencias que estaban ocultas en su memoria. Corman juega con esa idea doble de crimen y locura para contarnos un relato con una atmósfera malsana, claustrofóbica, que acentúa la própia claustrofobia del personaje de Nicholas (estupendamente interpretado por Vincent Price). Corman con mucha imaginación y habilidad supo dar una interpretación cinematográfica a las obsesiones que escribiera Poe, supliendo la falta de medios con inteligencia. Es por ello que su figura contínuamente sea reivindicada.