En pleno estertor del western, dos verdaderos especialistas en el género como el realizador Henry Hathaway y el actor John Wayne se aliaron para ofrecernos lo que podríamos llamar un western con "genuino sabor americano". El punto de partida es una novela de Charles Portis, en la que la protagonista es Matty Ross (Kim Darby) una joven quien en su afán de llevar ante la justicia al hombre que mató a su padre, contrata a un peculiar comisario, llamado Hooster Cogburn (John Wayne) para que la ayude a cazarlo.

Sin duda alguna, la caracterización de Wayne es meritoria, dibujándonos un personaje que es un remedo avejentado de los cientos que llegó a interpretar a lo largo de su carrera. Aunque aparentemente es un personaje secundario, Wayne, con su retrato de un viejo comisiario, solitario, gordo, borracho, cascarrabias y tuerto, se acaba apropiando del film, consiguiendo que al final prácticamente todo gire alrededor de él. En este sentido, Hathaway no desaprovecha ninguna ocasión para dar al personaje de Wayne una dimensión completa de su personalidad, su pasado, etc, consiguiendo entre director y actor que el público acabe totalmente cautivado por un personaje tan lleno de matices.

La trayectoria del grupo, completada con la presencia de un ranger de Texas (Glen Campbell), no tiene gran cosa de viaje iniciático, al menos hablando en los términos de las coordenadas del western. En parte porque Matty Ross es una mujer, y las típicas habilidades de manejar un revólver, cabalgar, seguir un rastro, etc. están muy alejadas de sus ocupaciones habituales. Si que hay algo de pérdida de la inocencia, aunque al realizador no parece interesarle excesivamente este punto.

Hathaway, con muy buen acierto, trata de adaptarse a los nuevos tiempos, en un momento en que el western estaba siendo revisitado en manos de tipos como Sam Peckinpah o Sergio Leone, u otros, y que al lado de western se le estaba poniendo la etiqueta de "crepuscular". Es cierto que el personaje de Wayne es un viejo que se pasa el viaje recordando aventuras pasadas (alguna más honorable que otras), también es cierto que la moral de Cogburn no es tan limpia como lo podría haber sido un par de décadas atrás. Sin embargo, Hathaway consigue que en ningún momento, la película se aparte excesivamente del western clásico. No olvidemos que no se trata de un film excesivamente violento (al contrario que sus contemporáneos), aunque hay un movimiento contínuo, que favorece la idea de vigorosidad. No hay que olvidar la presencia de secundarios como Dennis Hooper o Robert Duvall, quienes en sus breves intervenciones enriquecen el relato.

Hathaway demostró su buen hacer tras las cámaras con un buen material de partida (una buena historia, buenos intérpretes, etc) consiguiendo ofrecer, no una obra maestra del género pero sí un film ciertamente entretenido y que no pasa desapercibido entre su larguísimo listado.