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4.2
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Aventuras. Drama
Pompeya, año 79 d.C. Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador, ve cómo a su amor, la joven Cassia (Emily Browning), la obligan a prometerse con Corvus (Kiefer Sutherland), un corrupto senador. Cuando el Vesubio entra en erupción amenazando con destruirlo todo, Milo intentará salvarla... mientras todo se derrumba. (FILMAFFINITY)
16 de marzo de 2016
16 de marzo de 2016
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Sorprende ver el nombre de Paul W.S. Anderson en una producción de este tipo en que parece querer proponernos un viaje al antiguo "peplum". La verdad es que un realizador más ligado al fantástico, muy ligado a la saga "Resident Evil" no parece el más adecuado para una película de estas características.
De entrada hay que decir que el realizador consigue salir airoso. Sobre todo en el apartado visual. Es aquí donde el realizador termina llevándose a su terreno una película eminentemente comercial que trata de aprovechar el tirón comercial del televisivo Kit Harrington, protagonista del film, el cual interpreta a un esclavo celta que acaba en el anfiteatro de Pompeya justo en el momento en que entra en erupción. Pero antes le dará tiempo a trabar amistad con el principal gladiador de la localidad, Atticus (Adewale Akinnuoye-Agbaje) y enamorar a la joven romama Cassia (Emily Browning).
Durante la mayor parte del metraje, Anderson ejecuta un guion típico que trata de alejarse de la obra "Los últimos días de Pompeya" (llevada al cine al menos en un par de ocasiones), novela escrita por Edward Bulwer Lytton, aunque no de cierto clasicismo y romanticismo presente, ni tampoco puede evitar su acercamiento a films más actuales como "Gladiator" ni ciertos puntos de contacto con el cine de catástrofes. Incluso me atrevería a referenciar a "Titanic" sobre todo por la historia de amor entre un esclavo y una aristócrata romana, que intentará ser truncada por el malo de turno (interpretado por Kiefer Sutherland). Mientras se van desgranando los hechos, la cámara de Anderson no deja de recordarnos la imponente presencia del volcán cuya erupción se va haciendo casi inminente. Pero naturalmente habrá que esperar el momento oportuno para entrar en escena y convertirse en el verdadero protagonista del film.
Es partir de ese momento donde Anderson se crece, retratando con todo lujo de detalles como se cierne la catástrofe sobre una población asustada, acorralada entre las estrechas calles de la próspera ciudad y sepultada primero por un gran maremoto y después por la lava del volcán, llevándose por delante a todo bicho viviente. En general el film funciona pese a los tópicos tan manidos en este tipo de películas quizás porque los jóvenes protagonistas consiguen aportar algo de frescura y desparpajo al film y el realizador maneja de forma excelente el tempo narrativo, dosificando debidamente la acción y la tensión dramática a base de pausas para que hacer que todo estalle en el momento adecuado. Pese a todo, el apartado visual es el más interesante del film. Ayudado por las técnicas digitales, Anderson nos muestra con todo lujo de detalles la destrucción de la ciudad y sabe darle una conclusión melodramática que casi nos lleva a los clásicos.
No hay que olvidar que se trata de un producto de consumo, pero en general el film de Anderson cumple sus objetivos de entretener al público jugando con la tensión que el espectador es conocedor del acontecimiento que tendrá lugar en Pompeya, pese a lo cual consigue distraernos los suficiente como para que no estemos deseando que estalle de una vez el volcán y la lava se lleve a todo el mundo por delante.
De entrada hay que decir que el realizador consigue salir airoso. Sobre todo en el apartado visual. Es aquí donde el realizador termina llevándose a su terreno una película eminentemente comercial que trata de aprovechar el tirón comercial del televisivo Kit Harrington, protagonista del film, el cual interpreta a un esclavo celta que acaba en el anfiteatro de Pompeya justo en el momento en que entra en erupción. Pero antes le dará tiempo a trabar amistad con el principal gladiador de la localidad, Atticus (Adewale Akinnuoye-Agbaje) y enamorar a la joven romama Cassia (Emily Browning).
Durante la mayor parte del metraje, Anderson ejecuta un guion típico que trata de alejarse de la obra "Los últimos días de Pompeya" (llevada al cine al menos en un par de ocasiones), novela escrita por Edward Bulwer Lytton, aunque no de cierto clasicismo y romanticismo presente, ni tampoco puede evitar su acercamiento a films más actuales como "Gladiator" ni ciertos puntos de contacto con el cine de catástrofes. Incluso me atrevería a referenciar a "Titanic" sobre todo por la historia de amor entre un esclavo y una aristócrata romana, que intentará ser truncada por el malo de turno (interpretado por Kiefer Sutherland). Mientras se van desgranando los hechos, la cámara de Anderson no deja de recordarnos la imponente presencia del volcán cuya erupción se va haciendo casi inminente. Pero naturalmente habrá que esperar el momento oportuno para entrar en escena y convertirse en el verdadero protagonista del film.
Es partir de ese momento donde Anderson se crece, retratando con todo lujo de detalles como se cierne la catástrofe sobre una población asustada, acorralada entre las estrechas calles de la próspera ciudad y sepultada primero por un gran maremoto y después por la lava del volcán, llevándose por delante a todo bicho viviente. En general el film funciona pese a los tópicos tan manidos en este tipo de películas quizás porque los jóvenes protagonistas consiguen aportar algo de frescura y desparpajo al film y el realizador maneja de forma excelente el tempo narrativo, dosificando debidamente la acción y la tensión dramática a base de pausas para que hacer que todo estalle en el momento adecuado. Pese a todo, el apartado visual es el más interesante del film. Ayudado por las técnicas digitales, Anderson nos muestra con todo lujo de detalles la destrucción de la ciudad y sabe darle una conclusión melodramática que casi nos lleva a los clásicos.
No hay que olvidar que se trata de un producto de consumo, pero en general el film de Anderson cumple sus objetivos de entretener al público jugando con la tensión que el espectador es conocedor del acontecimiento que tendrá lugar en Pompeya, pese a lo cual consigue distraernos los suficiente como para que no estemos deseando que estalle de una vez el volcán y la lava se lleve a todo el mundo por delante.