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Acción. Drama. Fantástico
Basada en una leyenda japonesa. Siglo XVIII. Kai (Keanu Reeves) es un paria que se une a Oishi (Hiroyuki Sanada), el jefe de los 47 Ronin. Su objetivo es vengarse del traidor que mató a su señor y los condenó al destierro. Para recuperar el honor perdido, los guerreros emprenden una aventura que les obligará a superar duras pruebas. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2015
6 de enero de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de una historia oriental ambientada en la época de máximo esplendor de los samurais japoneses por la cual, unos ronin (47 concretamente) desafiaron las órdenes del Shogun y vengaron una afrenta cometida sobre su señor, lo que acarreó sus consecuencias. Esta historia ya ha sido llevada a la gran pantalla anteriormente por parte de realizadores como Kenji Mizocuchi en 1941, y actualizada Kon Ichikawa en 1994.
En esta ocasión, se trata de una producción norteamericana dirigida por Carl Rinsch. Lo primero que sorprende es la presencia de un occidental en una historia de samurais, interpretado por Keanu Reeves. No es el único cambio con respecto a la historia original, ya que hay una cierta mezcla de cine de acción, brujería, monstruos imposibles, y seres que parecen venidos de otro planeta. Parece que los responsables han estimado que no es suficiente con la fuerza que supone una historia de venganza en la que unos personajes injustamente castigados se alzan contra todo lo establecido para poner las cosas en su sitio. Y por este motivo, no sólo han poblado el relato de aspectos sobrenaturales, sino que además han colocado con calzador la presencia de Reeves en el papel de un baqueteado mestizo que trata de ganarse el respeto de los samurais a los que sirve.
Todos estos elementos, desestabilizan un film que no acaba llegando a ningún sitio en particular. No destaca especialmente por sus escenas de acción, más bien rutinarias y bastante escasas; tampoco destaca por sus efectos especiales, nada del otro mundo. Durante buena parte del metraje, la historia deambula entre una trama de samurais, una historia de amor imposible que no consigue plasmar la intensidad necesaria, y aspectos más sacados del fantástico europeo que no de cuestiones orientales.
Y cuando por fin el realizador se decide por la historia de samurais, esta acaba siendo inconsistente y poco creíble pese a los esfuerzos de un Reeves que últimamente estaba algo desaparecido, de Hiroyuki Sanada que compone un buen retrato de un samurai orgulloso, o de Ko Shibasaki que trata de aportar el componente romántico a la función. Tampoco Tadanobu Asano ni Rinko Kikuchi expresan la suficiente energia para ser unos personajes especialmente recordados por su maldades.
Probablemente los motivos de este batiburrillo de estilos y personajes se deben a la necesidad de adecuarlos a los gustos del público occidental y las necesidades de financiar un proyecto que de otra forma hubiera sido imposible, pero el resultado final ni contenta a los occidentales ni mucho menos contenta a los orientales. Y desde luego en las distancias cortas con producciones similares puramente orientales pierde por goleada.
En esta ocasión, se trata de una producción norteamericana dirigida por Carl Rinsch. Lo primero que sorprende es la presencia de un occidental en una historia de samurais, interpretado por Keanu Reeves. No es el único cambio con respecto a la historia original, ya que hay una cierta mezcla de cine de acción, brujería, monstruos imposibles, y seres que parecen venidos de otro planeta. Parece que los responsables han estimado que no es suficiente con la fuerza que supone una historia de venganza en la que unos personajes injustamente castigados se alzan contra todo lo establecido para poner las cosas en su sitio. Y por este motivo, no sólo han poblado el relato de aspectos sobrenaturales, sino que además han colocado con calzador la presencia de Reeves en el papel de un baqueteado mestizo que trata de ganarse el respeto de los samurais a los que sirve.
Todos estos elementos, desestabilizan un film que no acaba llegando a ningún sitio en particular. No destaca especialmente por sus escenas de acción, más bien rutinarias y bastante escasas; tampoco destaca por sus efectos especiales, nada del otro mundo. Durante buena parte del metraje, la historia deambula entre una trama de samurais, una historia de amor imposible que no consigue plasmar la intensidad necesaria, y aspectos más sacados del fantástico europeo que no de cuestiones orientales.
Y cuando por fin el realizador se decide por la historia de samurais, esta acaba siendo inconsistente y poco creíble pese a los esfuerzos de un Reeves que últimamente estaba algo desaparecido, de Hiroyuki Sanada que compone un buen retrato de un samurai orgulloso, o de Ko Shibasaki que trata de aportar el componente romántico a la función. Tampoco Tadanobu Asano ni Rinko Kikuchi expresan la suficiente energia para ser unos personajes especialmente recordados por su maldades.
Probablemente los motivos de este batiburrillo de estilos y personajes se deben a la necesidad de adecuarlos a los gustos del público occidental y las necesidades de financiar un proyecto que de otra forma hubiera sido imposible, pero el resultado final ni contenta a los occidentales ni mucho menos contenta a los orientales. Y desde luego en las distancias cortas con producciones similares puramente orientales pierde por goleada.