A estas alturas, seguir negando que Christopher Nolan es uno de los mejores directores del mundo resulta muy absurdo.
Te guste o no te guste, te interesen o no sus películas, cintas como Interstellar, las tres Batman y Origen son extraordinarias películas en lo cinematográfico. Eso es así, y el que no lo vea es porque no quiere. Dunkerque es otro nivel. Dunkerque es una de las cintas más perfectas que se recuerdan en los últimos años a nivel puramente cinematográfico. Todo, absolutamente todo, es de un nivel antológico. El sonido, la fotografía (prácticamente sin colores), el vestuario, los actores (todos tienen su peso y su importancia, y Nolan los dirige con contención), la dirección... todo brilla, todo es de un nivel superlativo. Es uno de esos casos en los que no hay nada malo que decir, porque todo es increíble. Cómo se desgrana la historia, cómo se van juntando las tres líneas argumentales, cómo se presenta a los personajes y se los hace madurar incluso cuando en muchos casos no sabemos si su nombre, cómo maneja Nolan la cámara (es un maestro), cómo crea tensión sin apenas diálogos, basándose en la portentosa música de ese superdotado que es Hans Zimmer, cómo emociona su final. Realmente, Nolan ha conseguido llevarnos a todos a Dunkerque y hacernos sentir lo que sintieron todos aquellos hombres cercados por los nazis.
Quizás la mayor obra maestra de Nolan hasta la fecha, aunque para muchos no será la más fascinante ni la que quieran repetir visionado más veces. Una experiencia cinematográfica de primer orden.

Lo mejor: Todo. Es una pieza de orfebrería cinematográfica absolutamente impecable.
Lo peor: Puede resultar algo difícil para los no muy fans del cine bélico.