Que Kingsman: El círculo de oro mantiene su esencia, la pura esencia Mark Millar, está más que claro. No hay más que ver la escena de la picadora de carne o la muy comentada y polémica escena de sexo entre Taron Egerton y Poppy Delevingne.
Y las buenas noticias siguen siendo que el resultado es más que decente, muy divertido y entretenido, y un festín para los ojos gracias a la pericia de Matthew Vaughn, uno de los mejores realizadores de los últimos años, tan dotado para el estilo más clásico como el más rompedor en su dirección.
El problema viene por dos partes. El primero es la duración. Si ya a la primera película le sobraban algunos minutos, esta es ya indefendiblemente larga. Dos horas y quince minutos para contar una historia que es más pobre que la primera es a todas luces demasiado. Y ahí está el segundo problema. El atractivo ya no es el mismo, como tampoco lo es el impacto que causa su estilo desvergonzado y humorístico. Ya lo hemos visto antes, ya lo conocemos, y además la historia es algo repetitiva y peor que la primera.
Con todo, buena opción para entretenerse.

Lo mejor: Entretiene, y los actores se lo pasan pipa.
Lo peor: Se queda muy lejos de lo conseguido por su predecesora.