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7
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7
7.0
86,140
Fantástico. Aventuras. Acción
Precuela de la trilogía "El Señor de los Anillos", obra de J.R.R. Tolkien. En compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será ... [+]
15 de diciembre de 2012
15 de diciembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a hacer futurología. O "presentología", porque ya está ocurriendo.
Miles de fans cabreados por la adaptación de la novela. Miles de fans y críticos de cine deshojando la margarita de las expectativas generadas y de si es El hobbit mejor que El señor de los anillos, o si está al menos a la altura de la trilogía de trilogías.
Volvamos al presente más inmediato y tratemos de encontrar alguna respuesta...
Porque sí, todos sabemos que las comparaciones van a ser inevitables entre ESDLA y El Hobbit. Pero ¡ay, amigos! pocas veces habrán sido más injustas. Porque si algo ha hecho Jackson es entregar una película nada elemental, nada obvia, nada fácil de ver ni de valorar. Riesgo puro. ¿No me creen? Veamos...
Efectivamente, el brillante realizador neocelandés se la ha jugado, y lo sabe, al introducir tantos cambios respecto a la novela de Tolkien. Cambios que no van gustar, y de hecho no están gustando, a muchos. Y por supuesto, se arriesga a exponer de nuevo un trabajo ambientado en la Tierra Media, que lleva sobre sus hombros la pesadísima carga de una trilogía previa que arrasó en taquilla y consiguió 17 Oscar. Y sobre todo, que hizo soñar a muchos como no lo conseguía una película desde nuestra más tierna infancia.
Y ese es precisamente el primer caballo de batalla donde Jackson vuelve a salir victorioso. El Hobbit sigue siendo pura magia, pura fantasía, e incluso todavía más aventura que El Señor de los Anillos. Produce en el espectador ese ansia por saber más, por ver más, por disfrutar del viaje y de las peripecias, por ilusionarse frente a sus imágenes, por soñar y creer como lo hicimos con la fantasía de antaño. Es un placer nostálgico, de sabor auténtico y añejo, que resulta maravilloso y agradecido. Además, es una película que va de menos a más, ganando en intensidad y grandiosidad según avanza el metraje, hasta llegar a secuencias cumbres como la desarrollada en Rivendel o por supuesto toda la que tiene lugar bajo tierra, que roza la absoluta perfección. Jackson sigue demostrando que es un director de primer nivel, como más que prueban esas batallas apoteósicas y esos planos aéreos bellísimos que se han convertido en marca de la casa. Sigue arropado por el mismo equipo que en la anterior visita a la Tierra Media, y todos sus secuaces, salvo Howard Shore (muy comodón él, repite sin pudor la misma partitura que en la trilogía, lo que saca una sonrisa al más fan, pero resulta decepcionante para los que lo admiramos como músico innovador) dan lo mejor que sí. La película es impecable cinematográficamente hablando, y éso es incuestionable.
De igual modo, hay por supuesto una conexión emocional muy fuerte con el fan de ESDLA, acrecentado por las presencias de Christopher Lee, Hugo Weaving, Cate Blanchett, y muy especialmente Andy Serkis, cuya aparición es lo más celebrado de la cinta y sin duda el mejor rato de la misma.
Y qué decir del reparto. Desde un Martin Freeman acertadísimo (qué manera de mirar) a Richard Armitage (soberbio), pasando por Ian McKellen (qué decir de él a estas alturas) y un excelente Ken Stott, todos los actores cumplen con su cometido, que es no destacar por encima del argumento.
¿Por qué no se lleva la película la máxima nota, entonces? Porque tiene fallos. Más allá de que la adaptación sea mejor o peor, la película es sin duda demasiado larga. Pareciera que Jackson tuviese obsesión con las casi tres horas de metraje, y para ello alarga escenas más de lo debido (la cena de los enanos en Hobbiton o el clímax final). Y sin duda se podría apuntar que esa emotividad, esa maestría, ese nivel de épica y de majestuosidad cinematográfica de el Señor de los Anillos sólo aparece en El Hobbit en momentos contados (el prólogos, los flashbacks, la canción de los enanos, la conversación entre Galadriel y Gandalf, la secuencia de los acertijos de Bilbo y Gollum). Un ¿fallo? heredado directamente de la novela, ya de por sí menos compleja, más directa y más ligera que El Señor de los Anillos.
Podría haber sido así. Pero es que El Hobbit NO es ESDLA. Por mucho que compartan personajes y ambientes, son dos historias que no se parecen en absoluto. Y ése no era el ejercicio que planteaba Jackson, y lo que le ha salido (al margen de satisfacer más o menos a los puristas) es una excelente película de aventuras.
Por muchos años.
Lo mejor: El tono de gran cine de aventuras que tiene, el pulso de Jackson en las escenas de acción, y las presencias de Martin Freeman, Richard Armitage, Ian McKellen y sobre todo Andy Serkis.
Lo peor: Es sin duda demasiado larga, el sentido del humor no siempre funciona... y lo mucho e injustamente que se la va a comparar con su trilogía hermana.
Miles de fans cabreados por la adaptación de la novela. Miles de fans y críticos de cine deshojando la margarita de las expectativas generadas y de si es El hobbit mejor que El señor de los anillos, o si está al menos a la altura de la trilogía de trilogías.
Volvamos al presente más inmediato y tratemos de encontrar alguna respuesta...
Porque sí, todos sabemos que las comparaciones van a ser inevitables entre ESDLA y El Hobbit. Pero ¡ay, amigos! pocas veces habrán sido más injustas. Porque si algo ha hecho Jackson es entregar una película nada elemental, nada obvia, nada fácil de ver ni de valorar. Riesgo puro. ¿No me creen? Veamos...
Efectivamente, el brillante realizador neocelandés se la ha jugado, y lo sabe, al introducir tantos cambios respecto a la novela de Tolkien. Cambios que no van gustar, y de hecho no están gustando, a muchos. Y por supuesto, se arriesga a exponer de nuevo un trabajo ambientado en la Tierra Media, que lleva sobre sus hombros la pesadísima carga de una trilogía previa que arrasó en taquilla y consiguió 17 Oscar. Y sobre todo, que hizo soñar a muchos como no lo conseguía una película desde nuestra más tierna infancia.
Y ese es precisamente el primer caballo de batalla donde Jackson vuelve a salir victorioso. El Hobbit sigue siendo pura magia, pura fantasía, e incluso todavía más aventura que El Señor de los Anillos. Produce en el espectador ese ansia por saber más, por ver más, por disfrutar del viaje y de las peripecias, por ilusionarse frente a sus imágenes, por soñar y creer como lo hicimos con la fantasía de antaño. Es un placer nostálgico, de sabor auténtico y añejo, que resulta maravilloso y agradecido. Además, es una película que va de menos a más, ganando en intensidad y grandiosidad según avanza el metraje, hasta llegar a secuencias cumbres como la desarrollada en Rivendel o por supuesto toda la que tiene lugar bajo tierra, que roza la absoluta perfección. Jackson sigue demostrando que es un director de primer nivel, como más que prueban esas batallas apoteósicas y esos planos aéreos bellísimos que se han convertido en marca de la casa. Sigue arropado por el mismo equipo que en la anterior visita a la Tierra Media, y todos sus secuaces, salvo Howard Shore (muy comodón él, repite sin pudor la misma partitura que en la trilogía, lo que saca una sonrisa al más fan, pero resulta decepcionante para los que lo admiramos como músico innovador) dan lo mejor que sí. La película es impecable cinematográficamente hablando, y éso es incuestionable.
De igual modo, hay por supuesto una conexión emocional muy fuerte con el fan de ESDLA, acrecentado por las presencias de Christopher Lee, Hugo Weaving, Cate Blanchett, y muy especialmente Andy Serkis, cuya aparición es lo más celebrado de la cinta y sin duda el mejor rato de la misma.
Y qué decir del reparto. Desde un Martin Freeman acertadísimo (qué manera de mirar) a Richard Armitage (soberbio), pasando por Ian McKellen (qué decir de él a estas alturas) y un excelente Ken Stott, todos los actores cumplen con su cometido, que es no destacar por encima del argumento.
¿Por qué no se lleva la película la máxima nota, entonces? Porque tiene fallos. Más allá de que la adaptación sea mejor o peor, la película es sin duda demasiado larga. Pareciera que Jackson tuviese obsesión con las casi tres horas de metraje, y para ello alarga escenas más de lo debido (la cena de los enanos en Hobbiton o el clímax final). Y sin duda se podría apuntar que esa emotividad, esa maestría, ese nivel de épica y de majestuosidad cinematográfica de el Señor de los Anillos sólo aparece en El Hobbit en momentos contados (el prólogos, los flashbacks, la canción de los enanos, la conversación entre Galadriel y Gandalf, la secuencia de los acertijos de Bilbo y Gollum). Un ¿fallo? heredado directamente de la novela, ya de por sí menos compleja, más directa y más ligera que El Señor de los Anillos.
Podría haber sido así. Pero es que El Hobbit NO es ESDLA. Por mucho que compartan personajes y ambientes, son dos historias que no se parecen en absoluto. Y ése no era el ejercicio que planteaba Jackson, y lo que le ha salido (al margen de satisfacer más o menos a los puristas) es una excelente película de aventuras.
Por muchos años.
Lo mejor: El tono de gran cine de aventuras que tiene, el pulso de Jackson en las escenas de acción, y las presencias de Martin Freeman, Richard Armitage, Ian McKellen y sobre todo Andy Serkis.
Lo peor: Es sin duda demasiado larga, el sentido del humor no siempre funciona... y lo mucho e injustamente que se la va a comparar con su trilogía hermana.