Interesante film de Pablo Larraín, que como se ve le ha cogido el gusto en narrar historias de personas reales que, estando en la cúspide de la fama internacional, nunca estuvieron cómodas ni fueron realmente felices. Antes fue Jackie Kennedy y en esta ocasión Lady de Gales.
Larraín consigue un filme ciertamente perturbador, inquietante a veces, si no fuera porque sabemos cómo finalizará todo en la realidad, podríamos pensar en ciertos momentos que todo derivará en un cuento de terror (quizás lo sea, en realidad).
Kristen Stewart es la gran dominadora de la película, con una composición realista, detallista pero sin caer en la vulgar copia, logrando que a veces, en distancias medias, tal parezca la verdadera Diana de Gales.
Estéticamente rica, con preciosa fotografía, vestuario y peluquería, la rica puesta en escena logra plasmar un mundo de riquezas exteriores pero miserias interiores.
Casi todo en el filme es tristeza, vacío existencial, dolor y soledad, aunque felizmente también hay amor, cariño y respeto. Así, las hermosas escenas de la protagonista con sus dos hijos, las conversaciones con el cheff de la casa y/o la más hermosa quizás, la conversación en la playa con la mujer con la única persona de la mansión con la que tiene confianza.
Se ve la cinta con respeto, resultando creíble aunque, en lo que a mi respecta, no emocionando, sin duda por la contención dramática impuesta por Larraín (aunque la escena de la caza sí tiene potencia), más atento a miradas, silencios y pequeños detalles que intensas escenas dramáticas. El dramatismo es interno, lo que hace más daño.

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