Más bien modesto film vasco (se habla en euskera durante casi todo el metraje), que aborda una historia en sí misma no real, pero sí representativa de unos hechos que se vienen repitiendo a lo largo de los años, cuales son las apariciones de cadáveres de inmigrantes sin papeles, africanos en su mayor número, que mueren ahogados al intentar pasar a nado el río Bidasoa, frente a la isla de los faisanes, y que representa la frontera entre España y Francia.

Película dura, sobria en la puesta de escena, llena de verdad, honesta y muy digna, que denota un pulso firme al contar lo que desea de forma precisa y directa.

Con todo, no es redonda, siendo irregular en el su ritmo, aunque no se le pierda nunca la cara.

Bien interpretada y fotografiada con colores ocres, entretiene e invita a la reflexión sobe el problema de la inmigración de los sin papeles, dispuestos a descubrir un nuevo mundo de prosperidad y que en ocasiones, más de la cuenta, lo único que encuentran es la muerte.

Positiva por sus intenciones y muestra de una cruda realidad, merece un gran respeto.

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