No se puede ser más cínico y arrogante que Joe Morse (John Garfield), un inescrupuloso abogado que trabaja para un pez gordo llamado Tucker (Roy Roberts) en el negocio de las apuestas clandestinas y a punto de asestar el golpe mortal que derribe de un plumazo a todos los pequeños competidores que le harán obtener, a él y a su jefe, el monopolio del mercado y, de paso, la llave que les abra la puerta a la respetabilidad y a la gran fortuna.
Y, como todos los cínicos y arrogantes, está convencido de saber bien lo que les conviene a los demás, incluido a su hermano Leo (Thomas Gomez en una gran actuación ), su pobre y querido hermano mayor, al que debe mucho y fue como un padre para él y está dispuesto a devolver todo lo que hizo por él, aunque sea a la fuerza.

Leo también trabaja en el negocio de las apuestas clandestinas y Joe quiere salvarlo de la ruina a que están abocados sus rivales tratando de convencerle que se deje de pamplinas y trabaje para Tucker. Leo está al frente de un pequeño tugurio en el extrarradio, también vulnera la ley pero, a diferencia de su hermano, lo hace para sobrevivir y tiene ciertos códigos morales entre los cuales no caben tipos como Tucker, ni siquiera como Joe.
¿Hay diferencia entre estos hombres y aquellos para los que trabaja Joe que, en realidad, se dedican a lo mismo?.
Hay bastante que pensar y reflexionar en esta película que, a través de diálogos llenos de fuerza, invitan al espectador a cavilar acerca de la ética y del autoengaño, de la moral relajada y del cinismo más cruel o también el impostado, en donde nos hablan de personajes atrapados que no tienen libertad de elección y que, bien por propia voluntad bien por cuenta de decisiones erradas, quedas presos de una fuerza mayor de la que no pueden escapar.
Un sistema podrido en el que una vez que se entra ya no puedes salir y, si lo haces, será con los pies por delante. Esta película antecede en muchas cosas a películas como "El padrino" y similares. Hace proposiciones que no se pueden rechazar y ponen a prueba la conciencia hasta límites insospechados.
Hay también muchas alusiones a la relación Caín y Abel y a la traición con el beso de Judas. Temas todos ellos que tienen mucho que ver con este film, en el que no falta el amor puro, inocente y redentor ( Pearson), ni tampoco la mujer fatal (Windsor) aunque, en este caso, no comprendo muy bien qué pinta aquí como no sea por adornar la película con ese toque de glamour.
Las actuaciones, todas, son excelentes y contiene escenas de gran fuerza y dramatismo. No he terminado de entender muy bien el sistema que emplean para arruinar a todas las casas de apuestas pero no dudo que tendrá mucha base real.
Una preciosa fotografía y extraordinaria ambientación hacen el resto con un final que bien merece su fama de perturbador. Una cinta de cine negro muy recomendable. Que la disfruten.