Madre mía, no sé por donde empezar. No creo que sea demasiado pedir el que una película tenga personajes que no rocen el patetismo que te hace sentir pena por ellos, que tenga un argumento más o menos normal y que se pueda seguir y que Arturo Fernández deje ya de intentar convencernos que es un super macho man.
No soy de los creen que el cine ha de ser siempre para denunciar o expresar algo o que ha de ser siempre totalmente brillante ( más que nada porque siempre hay gente que necesita ver cine como el que ve un anuncio cualquiera), pero lo de esta película es demasiado.
Ni en mis peores pesadillas cinematográficas podría encontrarme con esta sarta de personajes de mal gusto, este guión creado por un perro con problemas de alcoholismo y como colofón final, Arturo Fernández moviéndose como un epiléptico cachondo con sus camisas abiertas y sus trajes de bingo de carretera.
Con ese bronceado falsete de toallita y ese pelo hacia atrás,ya es el colmo de Señor que se cree de verdad que va a gustar a las jovencitas.
No sé quien dió dinero para esta bazofia, pero se ha lucido