El mayor mérito de V de Vendetta es, sin duda, conjugar el entretenimiento y la reflexión -en este caso, política- y conseguir así un film de mucho mayor calado que la marabunta de tonterías en forma de comics puestos en pantalla que desde hace varios años aterrizan en las carteleras. Aunque quizá V de Vendetta se extralimite en sus planteamientos, hay que reconocer que, bajo las escenas de acción a lo Matrix y la máscara del héroe, se esconde el siempre polémico debate sobre la esencia del terrorismo, sobre el uso de la violencia para combatir el poder corrupto y sobre la alienación del ser humano ante un estado totalitario.
V de Vendetta explota su condición de cómic en cierta manera marginal y alejado de los típicos superhéroes para plantear un argumento donde, sin privar al espectador de la acción y las coreografías esperables, se lanza al aire una pregunta de muy difícil respuesta: ¿los medios justifican el fin? Merece la pena ver la película nada más que para participar de esta reflexión y discutir el mensaje último de su historia, de la historia de V.
En el plano técnico, V de Vendetta no decepciona. Su montaje y su factura son impecables. Tal vez algún bajón en el guión, sobre todo a la hora de desarrollar la relación entre Evey y V, nos priva de una película más redonda, pero V de Vendetta, de entre todas los comics trasvasados a la gran pantalla, se erige como uno de los más interesantes.