Ésa es la pregunta que sobrevuela la más fría y cerebral, y por lo tanto impersonal, de todas las películas de Alex de la Iglesia. Los crímenes de Oxford hará las delicias de matemáticos y filósofos, pero puede que el resto sólo aprecie algunos detalles deslumbrantes, pero no una película redonda o, por lo menos, una trama de misterio que apasione.
Da la impresión de que Los crímenes de Oxford mata moscas a cañonazos. Se tira más de una hora armando una historia llena de conceptos lógicos y filosóficos, retorcidas teorías, mujeres fatales y algún que otro flashback, para luego resolverse un poco precipitadamente, aunque con un desenlace tan plausible como difícilmente creíble en su lógica interna. Además, el ritmo de la película no siempre es regular, a veces da la impresión de que Alex de la Iglesia tiene que dar un tirón para no descolgarse.
Y poco más. Una película bien hecha, muy correcta, bien interpretada (destaca John Hurt) y bien dirigida. Gran música de mi paisano Roque Baños, merecedora sin duda del Goya. Pero peca de fría, de demasiado cerebral, de impersonalidad. Y Alex de la Iglesia tiene un nombre, no es cualquiera. Esperemos que no pierda lo que le ha hecho único.
Y por último, una obviedad: ¡qué rica está Leonor Watling!