Nunca es tarde para pedirle a Sam que toque otra vez. Ni para que Humphrey nos eche la mirada más desoladora que ha tenido el cine. Ni para que Ingrid nos enamore una y otra vez.
Casablanca, clásico indiscutible, aún asombra en algunos aspectos. Por ejemplo, en la inmediatez de los hechos que cuenta, hablando abiertamente de nazis, inmigrantes, campos de concentración... ¡Es del 42! En el aspecto cinematográfico sorprende el dinamismo de su montaje, haciendo que el argumento gane en agilidad, sin dar lugar a que la reiteración espacial (el café de Rick) nos aburra. Y la fuerza de su historia, una complicada historia de amor a medio camino entre el pasado y el presente, y a la espera de ser concluida, de ver si hay un futuro para ella. Y sus diálogos, su guión elaborado y medido exhaustivamente. Y, por supuesto, el personaje de Rick, "misterioso y del que si fuera mujer me enamoraría", como dice el prefecto francés.
Son muchas las cualidades de Casablanca. Lo único que se le puede achacar es que cuesta un poco identificarse con los personajes, y alguna que otra escena de tinte chovinista. Por lo demás, de obligada visión.