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Voto de JRB:
7

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7
6.5
3,134
Drama. Romance
¿Con qué sueñas cuando tienes 16 años y viven en un pequeño pueblo de la costa de Normandía en los años 80? ¿Con tener un mejor amigo? ¿Con hacer un pacto de amistad que dure para siempre? ¿Con correr mil aventuras en barco y en moto? O quizás sueñas con la muerte... Las vacaciones de verano acaban de comenzar y esta historia cuenta cómo Alexis empieza a crecer. (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2020
30 de septiembre de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pueblo en la costa de Normandía. Estamos en verano de 1985, suenan The Cure con su "In between days" y el joven Alex / Alexis, de apenas 16 años, es salvado de morir ahogado cuando su embarcación vuelca en mitad de una tormenta. Su salvador es otro chico de poco más de 18 años, seductor, seguro de sí mismo y con un interés ambiguo en él. Como una ola el amor llega a la vida de Alex y con él se desata una relación explosiva de amistad, pasión, celos y muerte. Muerte que ya se apunta desde la primera escena del film, en la que Ozon nos desvela la identidad del cadáver y nos invita a participar de la investigación policial mientras seguimos la novelización de este romance con la misma avidez que seguía las redacciones de su alumno preferido el profesor de "En la casa" (2012).
La primera parte de la película es una típica historia de coming of age LGTB como ya hemos visto en otras muchas ocasiones: primer amor, autodescubrimiento y despertar sexual. No innova pero funciona estupendamente por lo buen narrador que es a estas alturas de su carrera ya Ozon. La experiencia es un grado y es que, en el tiempo que tú tardas en poner la lavadora, François Ozon te ha rodado otra nueva película. Y casi nunca defrauda.
Esta primera parte de la película, ese primer amor gay estival y ochentero, nos trae irremediablemente a la cabeza la aclamada "Call me by your name". Y aunque "Verano del 85" no posee (ni busca) la capacidad inmersiva del cine sensorial de Guadagnino, sí encontramos una ligereza que se agradece y algunos hallazgos narrativos de gran fuerza, como la magnífica escena del walkman al ritmo de "Sailing" de Rod Stewart, quizá el mejor momento de toda la película.
La segunda mitad es más original e imprevisible, aunque también más problemática, ya que juega con las expectativas de thriller criminal a lo Patricia Highsmith que había creado inicialmente en el espectador, a riesgo de defraudarlas. En esta segunda parte de la película, los giros y cambios de tono son por momentos bruscos y desconcertantes. A otro director con menos oficio probablemente se le habría venido la película abajo, pero Ozon consigue salir a flote como la barca del protagonista en la escena inicial, con pequeños destellos de genio e ingenio y hasta un autohomenaje bastante simpático a su cortometraje "Un robe de été" (1996).
Al final, aunque en conjunto resulte irregular, la película funciona. Es de las buenas de Ozon aunque no de las mejores. Su mayor baza es la manera tan certera en que captura la intensidad adolescente, esas pulsiones irracionales que basculan en torno al Eros y el Tánatos, al ideal romántico y al deseo o fascinación por el riesgo y la muerte, visibles ya desde casi el inicio del film en el brillo de los ojos del protagonista mientras observa como un desconocido ebrio se juega la vida delante de un coche, y que luego cobran una importancia mucho más capital en el devenir de la historia.
Vuelve también aquí Ozon a otro de sus temas favoritos, el juego entre realidad y ficción que ya estaba en primer plano en films como "En la casa" o "Swimming Pool", explorado en esta ocasión con menor intención juguetona pero que condiciona igualmente la credibilidad del relato.
En el apartado actoral, el protagonista Felix Lefebvre es un agradable descubrimiento y por momentos se parece tanto a River Phoenix que asusta. Ozon lo sabe y lo potencia ya desde el cartel de la película, que guiña un ojo hasta quedarse tuerto a "Mi Idaho privado", así como por medio de distintos planos y looks que acentúan el parecido entre ambos actores y evocan a la malograda estrella de "Un lugar en ninguna parte". Lefebvre lleva el peso de la película con bastante holgura aunque sin el magnetismo que desprendían el malicioso Erns Umhauer de "En la casa" o Timothée Chalamet en "Call me by your name". Ozon es consciente de que el protagonista en la película tiene solo 16 años (no así el actor, mayor de edad) y aunque se recrea en imágenes de cierto homoerotismo, como las del chico observándose semidesnudo en el espejo subido a un taburete, evita ser explícito en otras escenas que podrían haber provocado una polémica innecesaria.
driveincine.blogspot.com
La primera parte de la película es una típica historia de coming of age LGTB como ya hemos visto en otras muchas ocasiones: primer amor, autodescubrimiento y despertar sexual. No innova pero funciona estupendamente por lo buen narrador que es a estas alturas de su carrera ya Ozon. La experiencia es un grado y es que, en el tiempo que tú tardas en poner la lavadora, François Ozon te ha rodado otra nueva película. Y casi nunca defrauda.
Esta primera parte de la película, ese primer amor gay estival y ochentero, nos trae irremediablemente a la cabeza la aclamada "Call me by your name". Y aunque "Verano del 85" no posee (ni busca) la capacidad inmersiva del cine sensorial de Guadagnino, sí encontramos una ligereza que se agradece y algunos hallazgos narrativos de gran fuerza, como la magnífica escena del walkman al ritmo de "Sailing" de Rod Stewart, quizá el mejor momento de toda la película.
La segunda mitad es más original e imprevisible, aunque también más problemática, ya que juega con las expectativas de thriller criminal a lo Patricia Highsmith que había creado inicialmente en el espectador, a riesgo de defraudarlas. En esta segunda parte de la película, los giros y cambios de tono son por momentos bruscos y desconcertantes. A otro director con menos oficio probablemente se le habría venido la película abajo, pero Ozon consigue salir a flote como la barca del protagonista en la escena inicial, con pequeños destellos de genio e ingenio y hasta un autohomenaje bastante simpático a su cortometraje "Un robe de été" (1996).
Al final, aunque en conjunto resulte irregular, la película funciona. Es de las buenas de Ozon aunque no de las mejores. Su mayor baza es la manera tan certera en que captura la intensidad adolescente, esas pulsiones irracionales que basculan en torno al Eros y el Tánatos, al ideal romántico y al deseo o fascinación por el riesgo y la muerte, visibles ya desde casi el inicio del film en el brillo de los ojos del protagonista mientras observa como un desconocido ebrio se juega la vida delante de un coche, y que luego cobran una importancia mucho más capital en el devenir de la historia.
Vuelve también aquí Ozon a otro de sus temas favoritos, el juego entre realidad y ficción que ya estaba en primer plano en films como "En la casa" o "Swimming Pool", explorado en esta ocasión con menor intención juguetona pero que condiciona igualmente la credibilidad del relato.
En el apartado actoral, el protagonista Felix Lefebvre es un agradable descubrimiento y por momentos se parece tanto a River Phoenix que asusta. Ozon lo sabe y lo potencia ya desde el cartel de la película, que guiña un ojo hasta quedarse tuerto a "Mi Idaho privado", así como por medio de distintos planos y looks que acentúan el parecido entre ambos actores y evocan a la malograda estrella de "Un lugar en ninguna parte". Lefebvre lleva el peso de la película con bastante holgura aunque sin el magnetismo que desprendían el malicioso Erns Umhauer de "En la casa" o Timothée Chalamet en "Call me by your name". Ozon es consciente de que el protagonista en la película tiene solo 16 años (no así el actor, mayor de edad) y aunque se recrea en imágenes de cierto homoerotismo, como las del chico observándose semidesnudo en el espejo subido a un taburete, evita ser explícito en otras escenas que podrían haber provocado una polémica innecesaria.
driveincine.blogspot.com