La última película de Bong Joon-ho (Mother, Snowpiercer y Okja) refleja la orgánica intención del hombre por pertenecer, aunque le esté prohibido. Durante siglos ha sido la obsesión de un segmento de la raza. Las castas. La sociedad estamental. El derecho de posesión.

"Parásitos" o la forma en que las comunidades alimentan sus extrañas criaturas, las de arriba y las de abajo. Una metáfora moderna, desesperada, con rasgos de comedia negra que resucita algunos fantasmas para compadecernos de nuestras miserias y nuestras ambiciones. Un juego de impostores donde la condescendencia, la precariedad y la limosna, mueven los hilos de la trama. Una pesadilla sobre el orden de clases, demarcada en el área de la codicia y la exclusión.

Ingeniosa y reflexiva película coreana, ganadora de la Palma de Oro en el reciente Festival de Cannes. Un film que bordea la silueta del lujo y la periferia. Un film de risa culpable y horror austero.

La historia se encadena en un giro sobre otro giro para proponer el caos como método, la indiferencia y la desidia como condición, el terror como sustancia. Extraña y atrapante. Hay algo en ella que nos inspira y nos espanta.

Porque como decía Marcel Proust, "cada clase social tiene su patología".