Esta película es un desequilibrado ejercicio de excesos, sin control y más graciosa de lo que nos tiene acostumbrados su director. Scorsese consigue el tono pero no el clímax en una película frenética y deslumbrante pero sin verdadera excelencia. DiCaprio monopoliza las interpretaciones con un sensacional trabajo, se convierte en “el lobo” solitario de una camada intermitente (representada por un irregular Jonah Hill), magistral pero breve aportación de McConaughey. Hay escenas de esta película que consiguen traspasar el alma mientras otras te desencajaran la mandíbula, aun así, te parecerá demasiado larga. Tres horas de sexo, amor y dinero, que no tratan de enjuiciar, ni moralizar sino sólo plasmar una historia real de círculos viciosos. No es lo mejor de Scorsese pero sí de lo mejor de este año 2013.