Casualmente entre el montón de películas que tenía pendiente de ver, y están empezando a llenarse de polvo, me encuentro con esta interesante propuesta (producida por John Singleton) que a pesar de un suave y hasta moralista desenlace, propone una interesante visión sobre las consecuencias de no asumir los errores del pasado, los temores reconvertidos en traumas y lo difícil que se torna seguir viviendo sin no poder superarlos, y peor aún con toda la gente alrededor tuyo, en tu contra.

Claro que la premisa daba para muchísimo más, con un soberbio y sórdido inicio eso es lo que uno esperaba, sin embargo, el guión opta por suavizar (y moralizar) el tono de la historia, para que su tierna protagonista obtenga su redención, y aunque esto podría significar una enorme decepción en el espectador, no lo es tanto gracias al trabajo de un estupendo y comprometido reparto seleccionado y dirigido con pulcritud por Craig Brewer.

Empecemos con una impagable Christina Ricci, en un papel que le saca el mayor provecho (y morbo posible) a esta genial actriz siempre algo infravalorada y que nos demuestra su valía y compromiso como tal, acompañada de Samuel l. Jackson, cuya sola presencia siempre se agradece, y más aún si sale con una guitarra cantando un blues puro y duro.

Por ahí también se deja ver Justin Timberlake, pero su presencia es chocante y odiosa, como siempre, aunque hay que reconocer que los papeles de mamarracho le quedan como anillo al dedo.

Interesante título que vale la pena ver por el solo hecho de que Cristina Ricci sale con escasas dos prendas de vestir y encadenada en la mayor parte de metraje, pero pocas veces en mi vida esta señorita ha estado tan poderosa, espléndida y femenina en toda su carrera. Lo digo con el mayor de los respetos. Pero también es una lastima que el guión y la historia no haya estado a la altura.