Estamos ante la típica película que recorre la vida de un personaje famoso, aquí la niña prodigio Judy Garland en sus últimos días, con frecuentes visitas temporales a sus inicios cuando era una niña.

La diferencia entre esta película y otras hagiografías cinematográficas es que en esta no se hace una semblanza casi divina del personaje, en este caso Rupert Goold nos muestra también sus miserias, de una forma casi aséptica, con una mirada fría sobre el personaje. Es aquí donde la película crece, con una interpretación excelente de la oscarizada Renée Zellweger, agarrándose a un papel muy del gusto de los académicos de Hollywood.

La parte sórdida de la historia es la más impactante y la mejor pero también hay otra que funciona peor, la edulcorada que llena el tramo final de la película y que ensombrece la veracidad de la historia.

Funcionan muy bien los secundarios, especialmente Jessie Buckley, muy bien en su papel de ayudante londinense de la diva, una actriz que dará mucho que hablar en los próximos años, me parece.

Sin ser una gran película sí podemos decir que es interesante la incursión que se hace en los entresijos de la creación de un mito y su destrucción por parte de los estudios, personificada en un implacable Mayer, mentor y explotador de la niña cantante y actriz.