Los hermanos Dardenne me atraparon hace muy poco. DOS DÍAS, UNA NOCHE. Esta película me pareció magnífica, revolvió mi lado social, me indignó, me emocionó. Todo a un tiempo, hacía mucho que una película no me removía tanto la conciencia. Así es que decidí ver filmes de estos dos hermanos belgas, buceé en su palmarés en Cannes. Así volví a ver otra gran película: EL NIÑO DE LA BICICLETA, admirable denuncia de la soledad de un niño que quiere ser querido. Siempre de fondo Bélgica, Francia, Europa, en fin, territorios que parecen ajenos a las tragedias para sus confiados habitantes. Pero no, no es así. Y una y otra vez estos directores nos lo muestran. Aquí, nos sumergimos en una película llena de silencios, de miradas, de historias que no se cuentan y que solo se insinúan, para que el espectador las vaya descubriendo. Porque los Dardenne saben que su público piensa y que no hay que darle masticado el dolor. Y en esta película hay dolor, hay ansia de venganza, hay miedo a esa venganza, hay vidas destrozadas, víctimas que son verdugos y verdugos que sufren. Una notable muestra de cine europeo, social, con corazón y con mensaje. Seguiremos viendo cine de estos dos belgas, claro que sí.