No lo tenia fácil James Cameron después de haber conquistado a público y crítica, de haber cosechado cuantos premios fueron posibles, de haberse proclamado, en definitiva “el rey del mundo”, con su aplaudida “Titanic”. Estaba claro que no podía volver con cualquier cosa, tenía que ser algo más grande a todos los niveles y el reto conllevaba buena parte de riesgo. Una vez vista “Avatar” podemos afirmar que Cameron ha pasado el examen con buena nota. Sirviéndose de la más avanzada tecnología, el autor de “Terminator” ha construido un aparatoso artefacto capaz de hacer los sueños realidad , un juguete espectacular del que nos hace a todos partícipes, un nuevo concepto de espectáculo destinado a revolucionar lo que hasta ahora conocíamos como cine.

Llena de guiños y referencias (por ahí pasan desde “Pocahontas” hasta “Parque jurásico”, desde “Alien, el 8º pasajero” hasta “La historia interminable”) , “Avatar” equilibra un guión demasiado previsible y lleno de situaciones vistas una y mil veces, con la fuerza arrolladora de su poderío visual, aumentado con creces con la visión tridimensional, y con una capacidad imaginativa para desarrollar todo un nuevo mundo que convierte su visionado en un viaje alucinante al futuro y pone las bases de lo que va a deparar el cine entendido como espectáculo por encima de cualquier otra cosa. Porque a fin de cuentas eso es lo que ofrece esta película, entretenimiento y diversión para todos los públicos, pura acción y aventura, placer y gozo a raudales para hacernos soñar despiertos.

Lo mejor: su alucinante acabado visual.

Lo peor: que el guión no esté a la altura de los aspectos técnicos.