En su segundo trabajo Peter Jackson se usó de unos muñecotes de peluche con los escenarios interiores de un teatro local para recrear un mundo animal por animado en que conviven diferentes especies dispuestas a complicarse la vida las unas a las otras. Pero todo siguiendo un orden jerárquico dentro de lo que es una compañía de espectáculos que dirige una enorme Morsa llamada Bletch, harta de ofrecerle falsas promesas a su sufrida promesa, la hipopótamo Heidi, víctima de la glotonería que la lleva cuesta abajo en su carrera de cantante. Mientras una mosca cojonera que trabaja para la prensa amarilla espía y retrata la vida de cada una de las bestias, la compañía acoge a un nuevo miembro; el erizo Robert que se enamorará de la caniche Lucille mientras una rata que dirige películas porno con cabras no les quitará el ojo de encima.

Con pocos recursos el futuro director de “El Señor de los Anillos” se jugó el puesto escenificando ésta irreverencia que aunque por muy absurda que parezca, funciona, divierte y hoy por hoy los fans del director neozelandés lo consideran uno de sus buques insignia de una carrera que fue a más. Jackson llegó a rodar la mayoría de las escenas de madrugada para pasar inadvertido, trabajar mejor y evitar que algún mandamás le abortase el trabajo con unos actores de peluche y gomaespuma que van desde los mencionados anteriormente a elefantes llorones, gallinas histéricas, peces bailarines, jabalíes “camellos”, lagartos heroinómanos, gatas lascivas, etc…