Continuación más que anunciada del “reality-horror” inaugurado dos años antes por Oren Peli que aquí delega sus funciones a Tod Williams (Una Mujer Difícil) sin apartarse de la similar retórica planteada en el primer film: las cámaras son el testigo visual y clave para alertar la presencia de un ente sobrenatural que pone patas arriba la tranquila vida de los protagonistas.

En ésta secuela, enmarcada más o menos en las mismas fechas en que suceden los hechos de la primera entrega, conocemos la hermana de la principal víctima Katie (Katie Featherstone). Y es que Kristi (Sprague Grayden), ajena a la situación, vive cómodamente con su marido Daniel (Brian Boland ), su hijastra Ali (Molly Ephraim) y el hijo pequeño Hunter (interpretado por los dos gemelos Jackson Xenia y William Juan Prieto). Tras un aparente robo en la casa, toman la decisión de instalar cámaras en la casa. Pero la criada Martine (Vivis Colombetti) recurre a la santería para bendecir lo que cree que es un lugar poseído por espíritus malignos.

Y el resto… Ya se sabe… Movimientos en la casa de toda clase, muebles arrastrados, cacerolas que se caen con el ojo atento del espectador a toda señal o indicio sospechoso. Eso si no cae víctima de la somnolencia.