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7
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7
6.5
67,021
Aventuras. Romance
En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del ... [+]
26 de octubre de 2009
26 de octubre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el primer momento tuve la impresión de estar ante una gran película que rezuma arte y entrega. Pero el arte que digo es cuando aquel que lo ofrece, el que lo posee, lo usa de forma insospechada ¡y le sale bien! Esos planos aéreos, espaciales. Esos mensajes que sólo un director puede dar más allá del aspecto formal de la cosa llamada película. Nos pone en el lugar de un dios, diciéndonos: “Aquí los tenéis, ¿qué pensáis de ellos? Juzgadlos, pero tened cuidado de no caer en el mismo error”.
Raramente he visto en cine este tratamiento de la luz, casi hipnótico. La luz del mediodía, de la tarde, te trasporta a ese lugar a veces claustrofóbico. La sensación que tenía, era la de estar ante un hecho histórico: la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Sí, hasta ahí todos llegábamos. Ahora sabemos más: ¡qué sucedió!
Es cierto que se tocan muchas cosas, que se arriesga… Pero habrá que esperar a que, quizá con la mejor de las valentías, Amenábar se atreva a desvelarnos el contenido de los sesenta minutos que nos fueron arrebatados. Esa hora que tuvo que recortar después de su estreno en un famoso festival de cine debido a las quejas. En mi opinión, es ahí donde se encuentra el mensaje caval, eso que falta y que algunos notan. Me uno a pedir que, en su publicación en DVD, no sea ésta de dos horas, sino la versión primigenia, la del director, con tres extensas y poderosas horas de metraje.
Para mí, Àgora es un reflejo de la actualidad, de por donde podrían ir los tiros que ya han empezado a dispararse hace años. Podría tratarse de una advertencia. No pone mal a ninguna de las religiones, en contra de lo que pudiera parecer, sino al fundamentalismo violento. Creo que no estamos preparados para entrever todo esto. La lucha no es de religiones, porque la fe es pacífica. La lucha es de codicia, crueldad, sexo, muerte… Ése es el peligro, eso es lo que Amenábar nos llama a juzgar. Nos pone en lo alto, observándolos como hormiguitas que no saben adónde van ni quiénes son, ni conocen la verdad que ahora nosotros sabemos, con todo nuestro siglo XXI encima, como dioses reinamos… hasta que nuestros nietos nos echen en cara: Habéis sido aberrantes, ¡mirad cómo habéis dejado nuestro planeta! ¡Malditos!, ¡nos avergonzamos de vosotros!
La directora de casting, Jina Jay, hizo un excelente trabajo. Establece distintas direcciones entre los mismos cristianos, igual que en la actualidad: los que creen con una base carnal (codicia, venganza, crueldad, odio) y los que creen en la verdad. Y todo lo vemos en sus caras, en sus ojos, sus miradas. Los judíos, los paganos,… todos definidos en sus rostros, en sus trabajos. Excelentes interpretaciones. Las miradas, dulces y poderosas miradas de Rachel Weisz. No hay un solo segundo de duda, esa mujer transmite el miedo, la desesperanza por saber más, la sensibilidad. El amor por los deseos puros. Sorprendente transformación de Davo, sobre todo cuando averiguas que se trata… ¡del mismo actor, Max Minghella!
Raramente he visto en cine este tratamiento de la luz, casi hipnótico. La luz del mediodía, de la tarde, te trasporta a ese lugar a veces claustrofóbico. La sensación que tenía, era la de estar ante un hecho histórico: la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Sí, hasta ahí todos llegábamos. Ahora sabemos más: ¡qué sucedió!
Es cierto que se tocan muchas cosas, que se arriesga… Pero habrá que esperar a que, quizá con la mejor de las valentías, Amenábar se atreva a desvelarnos el contenido de los sesenta minutos que nos fueron arrebatados. Esa hora que tuvo que recortar después de su estreno en un famoso festival de cine debido a las quejas. En mi opinión, es ahí donde se encuentra el mensaje caval, eso que falta y que algunos notan. Me uno a pedir que, en su publicación en DVD, no sea ésta de dos horas, sino la versión primigenia, la del director, con tres extensas y poderosas horas de metraje.
Para mí, Àgora es un reflejo de la actualidad, de por donde podrían ir los tiros que ya han empezado a dispararse hace años. Podría tratarse de una advertencia. No pone mal a ninguna de las religiones, en contra de lo que pudiera parecer, sino al fundamentalismo violento. Creo que no estamos preparados para entrever todo esto. La lucha no es de religiones, porque la fe es pacífica. La lucha es de codicia, crueldad, sexo, muerte… Ése es el peligro, eso es lo que Amenábar nos llama a juzgar. Nos pone en lo alto, observándolos como hormiguitas que no saben adónde van ni quiénes son, ni conocen la verdad que ahora nosotros sabemos, con todo nuestro siglo XXI encima, como dioses reinamos… hasta que nuestros nietos nos echen en cara: Habéis sido aberrantes, ¡mirad cómo habéis dejado nuestro planeta! ¡Malditos!, ¡nos avergonzamos de vosotros!
La directora de casting, Jina Jay, hizo un excelente trabajo. Establece distintas direcciones entre los mismos cristianos, igual que en la actualidad: los que creen con una base carnal (codicia, venganza, crueldad, odio) y los que creen en la verdad. Y todo lo vemos en sus caras, en sus ojos, sus miradas. Los judíos, los paganos,… todos definidos en sus rostros, en sus trabajos. Excelentes interpretaciones. Las miradas, dulces y poderosas miradas de Rachel Weisz. No hay un solo segundo de duda, esa mujer transmite el miedo, la desesperanza por saber más, la sensibilidad. El amor por los deseos puros. Sorprendente transformación de Davo, sobre todo cuando averiguas que se trata… ¡del mismo actor, Max Minghella!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
“Nuestra intención con la película es transmitir la emoción por lo que ocurre en el Universo. Por lo que significa intentar desentrañar el misterio del cosmos”. Esta afirmación de Amenábar es contestada con un sí rotundo. Desde luego que se transmite esta pasión, esa fuerza del deseo por por saber más. La progresión de Hepatia en el conocimiento a través de la lógica, de la investigación, la ciencia… que nunca debió sustituir la fe, ni la fe se le opone. La ciencia no puede probar que Dios existe, pero eso no impide ver su creación con asombro… Y ellos lo saben, en el fondo, bien que sí lo saben… Pero su creencia se lo impide: la ciencia.
Por todo ello, pienso que Ágora no es una película para nosotros. En el sentido que no la podemos disfrutar plenamente. Sino para los estadounidenses en particular, y otras sociedades tal vez. Recordemos que en esa cultura, las canciones que desde niño se escuchan, la memoria del pasado, la información, los libros, todo les induce a interpretar la vida con un Dios único y creador. Ellos están más preparados, siento decirlo. Todos esos mensajes recibidos desde la niñez… Creo que les sorprenderá ver esta historia, incluso, si no me equivoco, la crítica especializada se sorprenderá más que la de aquí, porque lo perciben de otra manera. Pero creo que, si hacen nuevas copias, con el material ya rodado, se debería enriquecer el mensaje. Es una película que se lo puede permitir ¡y que lo necesita! Ir al meollo del asunto. Proveer de descansos en la acción, disfrutando de las calles de la ciudad, si es que está rodado. Y un consejo más: poner el diálogo que falta cuando intentan convencer a Hipatia en la biblioteca. Se nota.
Qué acertado algún silencio, necesario para mascar la emoción contenida, digerirla y continuar. Desearía disfrutar más de las calles, pasear por ellas, jugar con los niños, coger cosas de los puestos de venta y que me persiguieran los vendedores mientras mis amigos le robaban más… En fin, que no nos prive Amenábar de su primera versión, por favor. Echo en falta algo más, una melodía, un coro sobre el rostro pensativo, meditabundo de Hipatia, sobre el rostro contradictorio de Davo debatiéndose entre la renuncia a sus creencias o la renuncia a su amor, o la más bella voz sobre el rostro iluminado del enamorado Erastes.
Rondan por la cabeza, en determinados momentos, lo que todos sabemos desde niño y que, sin embargo, vemos surgir en esta historia observando a quien indaga buscando, si acaso, en los recovecos de su inteligencia, cuál sea la verdad que tan sedienta le tiene.
Por eso me falta (para que esa sensación de que se habla de algo conocido, sea anulada), a lo mejor, imágenes oníricas de sus deseos más profundos: alcanzar un mayor conocimiento. Los traumas del pasado: los niños burlándose de ella porque quería ser un niño. La relación con su admirado padre, quien le trae la sabiduría que esos niños malos buscan en dioses absurdos… O sea, definir un poquillo más el propósito.
Por todo ello, pienso que Ágora no es una película para nosotros. En el sentido que no la podemos disfrutar plenamente. Sino para los estadounidenses en particular, y otras sociedades tal vez. Recordemos que en esa cultura, las canciones que desde niño se escuchan, la memoria del pasado, la información, los libros, todo les induce a interpretar la vida con un Dios único y creador. Ellos están más preparados, siento decirlo. Todos esos mensajes recibidos desde la niñez… Creo que les sorprenderá ver esta historia, incluso, si no me equivoco, la crítica especializada se sorprenderá más que la de aquí, porque lo perciben de otra manera. Pero creo que, si hacen nuevas copias, con el material ya rodado, se debería enriquecer el mensaje. Es una película que se lo puede permitir ¡y que lo necesita! Ir al meollo del asunto. Proveer de descansos en la acción, disfrutando de las calles de la ciudad, si es que está rodado. Y un consejo más: poner el diálogo que falta cuando intentan convencer a Hipatia en la biblioteca. Se nota.
Qué acertado algún silencio, necesario para mascar la emoción contenida, digerirla y continuar. Desearía disfrutar más de las calles, pasear por ellas, jugar con los niños, coger cosas de los puestos de venta y que me persiguieran los vendedores mientras mis amigos le robaban más… En fin, que no nos prive Amenábar de su primera versión, por favor. Echo en falta algo más, una melodía, un coro sobre el rostro pensativo, meditabundo de Hipatia, sobre el rostro contradictorio de Davo debatiéndose entre la renuncia a sus creencias o la renuncia a su amor, o la más bella voz sobre el rostro iluminado del enamorado Erastes.
Rondan por la cabeza, en determinados momentos, lo que todos sabemos desde niño y que, sin embargo, vemos surgir en esta historia observando a quien indaga buscando, si acaso, en los recovecos de su inteligencia, cuál sea la verdad que tan sedienta le tiene.
Por eso me falta (para que esa sensación de que se habla de algo conocido, sea anulada), a lo mejor, imágenes oníricas de sus deseos más profundos: alcanzar un mayor conocimiento. Los traumas del pasado: los niños burlándose de ella porque quería ser un niño. La relación con su admirado padre, quien le trae la sabiduría que esos niños malos buscan en dioses absurdos… O sea, definir un poquillo más el propósito.