Danny Boyle, el mejor creador de videoclips de nuestros tiempos, saca lo mejor de sí mismo, que es mucho, para ofrecernos un film que habla del instinto de supervivencia, del olor de la muerte y el aroma de la vida que Aron nunca deja de oler ahí abajo en su trampa de roca.

Pero este aventurero que nunca dice a donde ha ido no está solo ante su desgracia. Nosotr@s lo acompañaremos durante los poco más de 90 minutos de la cinta desde nuestro asiento. Boyle logra hacernos sentir realmente hasta la menor de las emociones y sensaciones del malogrado protagonista: dolor, impotencia, deseo sexual, frío, miedo, sed, alucinaciones, esperanza, valor...

La interpretación de James Franco es digna de elogio, pues su papel no era nada fácil y si la película triunfa es también gracias a su saber hacer. Este año presentará la gala de los Óscar, pero no lo descartaría para estar entre los nominados a recibir la estatuilla al mejor actor.

Por su parte, el director de 28 días después o Slumdog Millionaire, saca toda su artillería en forma de banda sonora evocadora, ensoñaciones a medio camino entre la ilusión y la locura, sus curiosas escenas postmodernas y sus escenarios naturales incomparables. Ya sea en una isla tailandesa, en el espacio exterior, en una gran bretaña devorada por los zombis o en el desierto americano, las películas de Danny Boyle siempre entran por los cinco sentidos y esta no es una excepción.

En definitiva, de las mejores producciones cinematográficas de los últimos años.