Bueno, no es una película para devoradores de comedias y dramas románticos made in EEUU. Tampoco es una película para 'locos' de la ciencia ficción. Es una extraña mezcla que debe mirarse con atención y respeto, pues si bien puede no gustar, hay que valorar el riesgo de la producción en intentar innovar.

La trama tarda en desvelarse, aunque va soltando pincelazos en las charlas que Nemo da para una ¿televisión? sobre el Big Bang y el Big Crunch. Primero la expansión del universo, luego su contracción y así formando un ciclo repetitivo al que en física se le denomina la teoría del 'Big Bounce'. Del mismo modo que las dimensiones espaciales y el tiempo se expanden, con el Big Crunch que vemos al final de la película, ocurre lo contrario. El caos del universo tiende a simplificarse y el tiempo corre hacia atrás destino al inicio de todo. Una vez allí, comenzamos de nuevo, una nueva humanidad en la que, solo si se dan las circunstancias, Nemo volverá a nacer. En tal caso, Nemo tendrá el 'don' (si se le puede considerar don, a veces la ignorancia es la felicidad) de recordar sus vidas pasadas en otros ciclos del Big Bounce (recordemos que el ángel olvido tocar el labio a Nemo para olvidar). Esto le permite no conocer el futuro, sino conocer las consecuencias de tomar decisiones que ya haya tomado antes. Por eso, Nemo se equivoca continuamente (si conociese el futuro, no se equivocaría), pero en nuevas oportunidades enmienda los errores uno a uno.

Cuando Nemo va a morir, dice: "es el día más feliz de mi vida". Yo lo entiendo como que Nemo ve en su muerte el final de una espera, toda su vejez hasta su fin, que da paso a una nueva oportunidad en una nueva vida en la que enmendar su vida.

Sus vidas quedan marcadas más por la decisión de la estación de tren que por las chicas que conoce. Si bien todas sus vidas no acaban de salir bien ni con el padre ni con la madre, como dice la película a veces la mejor decisión es no mover. Por eso, Nemo huye de la decisión por un camino que no lleva a ningún sitio.