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Voto de Evol:
6

Voto de Evol:
6
6.8
7,255
Comedia. Drama
La película narra un conflicto entre vecinos que parece no tener fin. Una simple pared medianera puede dividir dos mundos, dos maneras de vestir, de comer, de vivir. De un lado Leonardo (Rafael Spregelburd), fino y prestigioso diseñador que vive en una casa realizada por Le Corbusier. Del otro lado Víctor (Daniel Aráoz), vendedor de coches usados, vulgar, rústico y avasallador. Víctor decide hacer una ventana para tener más luz, y ahí ... [+]
2 de agosto de 2011
2 de agosto de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El eterno conflicto con (contra) "lo diferente”, tratado desde una estandarizada estilización vía humor negro, podría erigirse como supuesta premisa inicial para esta esforzada película. Sin embargo, tras escasos minutos de metraje, comienzan a emerger aquí y allá, primero de forma muy sutil y después con arrolladora contundencia, las devastadoras corrientes subterráneas responsables de la insidiosa erosión moral a la que se ven sometidos inexorablemente unos personajes en permanente estado de equilibrismo existencial. Y es esta ingeniosa forma de “dar la vuelta a la tortilla” lo más destacable en el desarrollo de la trama: el vecino de enfrente, “el otro”, pasa de ser un enemigo potencial a convertirse en mero acicate para las más detestables miserias latentes en la psique del respetable hombre del siglo XXI. Así la lección queda bien aprendida: el enemigo está dentro y seguirá estándolo mientras se elimine sistemáticamente toda evidencia.
Al servicio de esta reflexión ponen los directores un sofisticado entramado metafórico, con la arquitectura y el diseño industrial como certeros exponentes alegóricos de la confrontación moral planteada en este elaborado guion lastrado, sin embargo, por un sentido del humor excesivamente convencional y decepcionantemente previsible. Tampoco ayuda la forzada interpretación de Rafael Spregelburd (excesivamente caricaturesca en algunos momentos) ni el cuestionable abuso de una planificación supuestamente innovadora (supresión del contraplano, encuadres parciales, distribución atípica de algunos elementos escénicos) que no aporta gran cosa ni en el campo narrativo ni en el estilístico. Eso sí, Daniel Aráoz da el do de pecho con la interpretación más convincente y matizada con diferencia.
Al servicio de esta reflexión ponen los directores un sofisticado entramado metafórico, con la arquitectura y el diseño industrial como certeros exponentes alegóricos de la confrontación moral planteada en este elaborado guion lastrado, sin embargo, por un sentido del humor excesivamente convencional y decepcionantemente previsible. Tampoco ayuda la forzada interpretación de Rafael Spregelburd (excesivamente caricaturesca en algunos momentos) ni el cuestionable abuso de una planificación supuestamente innovadora (supresión del contraplano, encuadres parciales, distribución atípica de algunos elementos escénicos) que no aporta gran cosa ni en el campo narrativo ni en el estilístico. Eso sí, Daniel Aráoz da el do de pecho con la interpretación más convincente y matizada con diferencia.