Hace ya algunos años que mi misión en el cine es buscar nuevos horizontes. Atrás quedaron las épocas en que iba a lo seguro, disfrutando, por quien sabe que razón, películas cuadradas, lineales y predecibles.
El tiempo me llevó (tal vez obligado) a apuntar mi ojo crítico (y amateur) a productos más variados y menos tradicionales.
Es en este punto donde la propia inercia del proceso me llevó hasta las puertas de PINA, un documental que hubiera pasado desapercibido años ha.
Pina Bausch fue, tal parece, una bailarina y coreógrafa alemana propensa a la creatividad y a la distinción. Una vez que caemos en las garras de la cámara de Win Wenders, ya no podemos soltarnos más.

Y allí comienza un tour indescriptible por el telento surrealista de esta artista.
El mérito del director es colocar grandiosamente su cámara y hacerse a un lado...su gran mérito es pasar desapercibido. Es que si Win se hubiera propuesto opacar el arte de Pina con su arte, seguramente habría salido averiado.

Una a una van desfilando escenas de las grandes obras de Pina por la retina del espectador que adicto a lo que ve se vuelve cada vez más ansioso a lo que está por venir.

Para una persona completamente ajena a Pina y a su arte, que poco entiende de la calidad de lo que sucede en la pantalla, este documental, bello, carismático, hipnótico, se vuelve una fruta exótica que se quiere probar y volver a probar tantas veces como sea necesario.

Nota: 8,5