Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Francesca
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Francesca:
7

Voto de Francesca:
7
6.8
12,296
14 de diciembre de 2014
14 de diciembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos muy lejos de las primas millonarias de exbanqueros, empresarios y consejeros. Aquí hablamos de una recompensa de 1 000 euros. Pero en el contexto de clase media baja, con familias en viviendas sociales, con niños, trabajos poco remunerados, mil euros marcan una gran diferencia. ¿Cómo rechazarlo solo por mantener el trabajo de una compañera?
El argumento no puede ser más sencillo y, por las mismas, desgarrador.
El conflicto con el marido no es menor: ¿cómo forzar a alguien a luchar cuando no quiere? Y por parte de ella, ¿cómo combatir la sensación de que tu marido no te quiere, sino que se apiada de ti?
No hay preámbulo, la película te introduce en el nudo gordiano desde la primera escena (el ring del teléfono marca el inicio del combate, de alguna manera). Sandra no tiene más armas que ella misma; no puede competir con la aplastante lógica económica; no puede no entender que los demás necesiten ese dinero, sin embargo, entre altos y bajos, irá a ver a todos y cada uno de los participantes en el voto inicial. La petición es sencilla y drástica: votar por ella y renunciar a la prima.
En este film, el drama individual (Sandra pierde su trabajo para que otros cobren la prima), familiar (Sandra cree que su marido la ayuda por piedad, no por amor), empresarial (la cruda lógica económica que “obliga” a despedir a cambio de recompensas) se cruzan en una trama sencilla y cruda.
Curioso que los niños de Sandra pasen a un segundo plano, que parezca pesar tan poco en la fuerza o flaqueza de ella a la hora de actuar.
La película bien podría llamarse “Marion Cotillard”; el film es ella. Aparece en todos y cada unos de los planos. Completamente despojada de cualquier adorno, en vaquero, camiseta y coleta emprende su lucha entre el desánimo, el dolor, el abatimiento, la esperanza, la vergüenza, el pudor, la rabia y el bajón de la depresión que la lleva a un lavado de… (completar tras haber visto la cinta). Sandra/Cotillard transita entre estas sensaciones con una veracidad y sencillez pasmosa. Ella es el espectador, es nosotros que nos ponemos en su lugar (“ponte en mi lugar” es una de las frases más repetidas por unos y otros). Y así, la película nos obliga a ponernos en la posición de aquellos que no quieren renunciar a la prima porque realmente la necesitan, y en los zapatos de ella, que no puede perder su puesto. Pero a quién seguimos es a ella y a través de sus ojos, vislumbramos el drama de los demás.
Una película para los amantes de los dramas sociales, del cine sin artificios, para los amantes de Marion Cotillard y para los esperanzados.
El argumento no puede ser más sencillo y, por las mismas, desgarrador.
El conflicto con el marido no es menor: ¿cómo forzar a alguien a luchar cuando no quiere? Y por parte de ella, ¿cómo combatir la sensación de que tu marido no te quiere, sino que se apiada de ti?
No hay preámbulo, la película te introduce en el nudo gordiano desde la primera escena (el ring del teléfono marca el inicio del combate, de alguna manera). Sandra no tiene más armas que ella misma; no puede competir con la aplastante lógica económica; no puede no entender que los demás necesiten ese dinero, sin embargo, entre altos y bajos, irá a ver a todos y cada uno de los participantes en el voto inicial. La petición es sencilla y drástica: votar por ella y renunciar a la prima.
En este film, el drama individual (Sandra pierde su trabajo para que otros cobren la prima), familiar (Sandra cree que su marido la ayuda por piedad, no por amor), empresarial (la cruda lógica económica que “obliga” a despedir a cambio de recompensas) se cruzan en una trama sencilla y cruda.
Curioso que los niños de Sandra pasen a un segundo plano, que parezca pesar tan poco en la fuerza o flaqueza de ella a la hora de actuar.
La película bien podría llamarse “Marion Cotillard”; el film es ella. Aparece en todos y cada unos de los planos. Completamente despojada de cualquier adorno, en vaquero, camiseta y coleta emprende su lucha entre el desánimo, el dolor, el abatimiento, la esperanza, la vergüenza, el pudor, la rabia y el bajón de la depresión que la lleva a un lavado de… (completar tras haber visto la cinta). Sandra/Cotillard transita entre estas sensaciones con una veracidad y sencillez pasmosa. Ella es el espectador, es nosotros que nos ponemos en su lugar (“ponte en mi lugar” es una de las frases más repetidas por unos y otros). Y así, la película nos obliga a ponernos en la posición de aquellos que no quieren renunciar a la prima porque realmente la necesitan, y en los zapatos de ella, que no puede perder su puesto. Pero a quién seguimos es a ella y a través de sus ojos, vislumbramos el drama de los demás.
Una película para los amantes de los dramas sociales, del cine sin artificios, para los amantes de Marion Cotillard y para los esperanzados.