Es difícil poner en palabras hasta qué punto esta serie es excepcional en todos los aspectos, tanto técnico como visual o narrativo. Uno podría dejarse engañar por la idea de que las marionetas son para los niños, o que la serie está hecha solo para aquellos fans de la película, pero nada más lejos de la realidad.

Destaca su trama de fantasía bien elaborada, con los giros argumentales justos para que la acción nunca decaiga, pero sin depender de ellos para mantener nuestro interés. Aquí, la carga emocional de la historia y unos protagonistas llenos de profundidad son lo que realmente cautivan al espectador. Las emociones de los personajes, en contra de lo que podríamos esperar, son magistralmente transmitidas por el equipo de marionetistas (una labor nada fácil que demuestra la profesionalidad del equipo) y de actores de voz.

El despliegue de medios incluye, como no podría ser de otro modo a día de hoy, una gran labor de edición digital y elementos creados por ordenador. Éstos son hábilmente empleados con gran mesura para no quitar protagonismo a los verdaderos protagonistas de la escena: las marionetas. Así, logra conservar esa magia que solo la realidad artificial de los títeres con ropas auténticas y los escenarios de poliestireno pintado es capaz de crear.

En definitiva, una obra maestra a todos los niveles a la que todo el mundo sin excepción debería dar una oportunidad.