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España España · bilbao
Voto de ernesto:
6
Drama Dahai, un minero exasperado por la corrupción de los dirigentes de su pueblo, decide pasar a la acción. San'er, un emigrante, descubre las infinitas posibilidades que le ofrece su arma. Xiaoyu, recepcionista en una sauna, no soporta más el acoso de un cliente rico. Xiaohui pasa de un trabajo a otro en condiciones cada vez más degradantes. Cuatro personajes, cuatro provincias, una reflexión sobre la China contemporánea: una sociedad con ... [+]
17 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perdidos en otras historias los principales directores chinos, que durante las décadas de los ochenta y noventa colocaron al cine de su país en la vanguardia del cine mundial, es el director Jia Zhang Ke quien ahora ocupa el lugar que en su día ocuparon Zhang Yimou o Chen Kaige. Posiblemente sea el director chino más respetado del momento, y el más reclamado por los grandes festivales de cine europeos.
Pese a todo su cine sigue siendo un misterio a descubrir en las pantallas de cine españolas, ya que solo dos de sus películas se han llegado a estrenar comercialmente. Naturaleza Muerta, con la que ganó un inesperado León de Oro en Venecia, y que tuvo una distribución muy minoritaria, y esta que nos ocupa, Un toque de violencia, que se puede decir que es su primer estreno importante en España.
Son estas las dos únicas películas de Jia Zhang Ke que he visto y, en común tienen una visión desoladora de la China actual, de la verdadera China. No de ese gigante económico que amenaza con engullirnos a todos (sino se acaba engullendo a sí mismo), ni de ese escaparate publicitario absolutamente irreal que es la ciudad de Shangai. Jia Zhang Ke habla de la miseria, económica y humana, sobre la que se sustentan los pilares de ese aparente resurgir de la apisonadora asiática.
Naturaleza Muerta nos hablaba de la sensación de pérdida ante un cambio inexorable, ante el fin de una época. Un toque de violencia se centra en la cara más oscura de la sociedad china. Aquella que, ante el cúmulo de podredumbre que la rodea, desemboca en diferentes estallidos de violencia, fruto de la desesperanza más absoluta.
La película está dividida en cuatro historias diferentes e independientes (apenas unos muy leves nexos de unión) que reflejan esa violencia desde cuatro ópticas muy alejadas unas de otras y que deberían ser un perfecto compendio de los males que amenazan el futuro de la que posiblemente sea la gran potencia mundial de la próxima década. Y digo deberían, porque, salvo en la primera de ellas, las otras tres acaban resultando tan caprichosas y herméticas que es difícil ver en ellas un trasfondo más profundo.
La primera de las historias es la mejor resuelta, la más eficaz, y la que mejor refleja aquello que quiere contar. También es la más obvia y elemental. En un pueblo perdido de la China más profunda, un hombre decide hacer frente a la corrupción de aquellos que dirigen el pueblo. La historia transcurre por los caminos más trillados, y, aunque eficaz, sorprende poco o nada, pese al poderoso empaque visual con que Jia Zhang Ke envuelve el relato.
Y si aquí peca de obvio, en las otras tres historias se pasa al lado opuesto. La segunda de ellas nos presenta a un joven padre de familia que en su periplo laboral por diferentes lugares, actuá a modo de, digamos, justiciero, mientras que cuando regresa con la familia es un padre, marido e hijo ejemplar. Todo muy impenetrable.
La tercera de las historias tiene a una mujer de protagonista, y aquí debe hacer frente a la violencia que genera su relación con el sexo opuesto. Un amante que no le da lo que ella quiere, la mujer del amante que la responsabiliza, y los clientes de la sauna en la que ella es recepcionista, que la tratan sin respeto. Un cúmulo de circunstancias que explotan en un clímax violento tan brillante en la forma como confuso en el fondo (serpientes incluidas).
Algo de emoción se intuye en el último episodio. El de un chaval que tiene que intentar ganarse la vida para ayudar a su familia, pero se encuentra constantemente obstáculos que le impiden mantener un trabajo. A pesar de todo el amor parece que viene a alegrar su camino. Pero el director, esta vez menos violento pero más despiadado, nos vuelve a dejar con un amargo sabor, y desperdicia la ocasión para haber hecho la que podía haber sido, seguramente, la más humana de las cuatro historias.
Es innegable que Jia Zhang Ke es un director potente, y con cosas que contar, pero esta vez creo que no ha encontrado el tono adecuado para llevar sus historias a buen puerto, aunque su innegable talento visual queda de manifiesto en casi todas sus imágenes, dotando así a la película de una fuerza superior a la que verdaderamente tiene.
ernesto
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