Uno de los nombres más destacados del actual cine independiente americano es Miguel Arteta. Hablo del verdadero cine independiente, del que se hace con muy poco dinero y con actores más que con estrellas. Y aunque ultimamente ha hecho sus películas para la filial independiente de la Fox sigue manteniendose fiel en tono e intención a sus primeras películas. Dicho esto no quiere decir que por ello sus películas tengan que ser necesariamente buenas. Con The good girl, Miguel Arteta consiguió su mayor éxito, pero eso se debió sobre todo a la presencia de una Jennifer Aniston que estaba intentando buscarse su hueco en el cine después de hacer Friends. Y para ello nada mejor que una película independiente, y el prestigio que eso aporta.
El argumento de The good girl es sencillo y muy común, desde el momento que habla de la vida monótona, gris y sin ilusiones de una treintañera que ve como los dias se le escapan de las manos, y con ellos los años, sin que haya conseguido ninguna de las metas que se había propuesto en su juventud. Y digo que es común porque al final así es la vida de millones de personas en el mundo, que ven como esto de la vida no siempre es como uno espera.
Justine está casada con un hombre tan bueno como anodino, más preocupado por fumar marihuana con su colega, que en darle el hijo que a ella tante ilusión le hace. Además su trabajo como cajera en un centro comercial le deprime cada vez más. Pero todo cambia cuando entabla relación con un compañero de trabajo bastante más joven que ella. Holden es un chaval solitario, noble y con pocas ganas de relacionarse con el mundo que le rodea. Algo raro se intuye en la personalidad de Holden, pero su acercamineto a Justine le ayuda a salir del hermético mundo en el que vive. Obviamente esta historia supone que los dos tengan nuevas ilusiones de futuro, pero nada es tan fácil como parece y muchas veces es muy difícil romper con las rutinas que tanto nos ahogan, pero que en el fondo nos dan seguridad.
Todas estas cosas, se intuye, están detrás de la historia que nos cuenta la película, pero Miguel Arteta se empeña en poner cierta distancia entre sus personajes y cualquier atisbo de emoción que pueda conectarlos directamente con el espectador. Así resulta difícil simpatizar con los protagonistas, a los que da la sensación de que se merece lo que les está pasando.
Jennifer Aniston se esfuerza en hacer de Justine una persona cercana, pero algo hay que le impide soltarse emocionalmente y abrir el personaje al público. Por su parte, el Jake Gyllenhaall rarito de sus comienzos, no el sex-symbol de la actualidad, es el actor ideal para interpretar a Holden, un personaje que pese a su excentricidad despierta más simpatías en el espectador ya que se entrega al cien por cien a intentar superar sus miedos y obsesiones.
Por lo demas, el director deja todo el peso de la película en la historia y sus personajes, olvidándose de aportar un poco de brío al apagado conjunto.