La primera película que dio a conocer internacionalmente a los hermanos Dardenne fue La Promesa. Y pese a todos los premios y elogios posteriores, creo (hace tiempo que la vi) que sigue siendo su mejor película. Al menos hasta el estreno en 2011 de su última película hasta la fecha, El niño de la bicicleta. Y es que todas las películas que han dirigido entre estas dos (no muchas, solo cuatro, y excluyo El silencio de Lorna que no he visto), y que tantos reconocimientos han recibido por parte de la crítica y del Festival de Cannes, me dejan tan frío como en ocasiones molesto. Y es que esa obsesión por el realismo tremendista (que a veces roza el disparate como en El hijo), y ese estilo de cámara en la nuca de los actores, que ya es una marca de la casa, resulta bastante cargante.
Afortunadamente con la llegada de El niño de la bicicleta los hermanos Dardenne demuestran que son capaces de hacer una película en la que no todo sea oscuro, deprimente y opresivo. Y que esa dura realidad a la que siempre se acercan en sus historias también puede desprender un poco de luz, de calor y de ternura. Y ya de paso trasladar parte de ese brillo a su cámara, que por una vez nos permite mirar a los ojos de sus personajes y no a sus cogotes.
El niño de la bicicleta cuenta la historia de Cyril, un chaval de once años que vive en un hogar de acogida en el que fue dejado por su padre ante la imposibilidad de ocuparse de él. Ciryl espera que su padre regrese un día, pero como esto no ocurre decide escaparse y volver a su casa a ver si alli le encuentra. Pero su padre ya no está allí. En su huida se esconde en la sala de espera de un médico, donde, ante la desesperación por ser enviado otra vez al centro, se echa en brazos de una mujer que está esperando su turno. Esta chica se llama Samantha, y se siente tan conmovida por la acción del niño, que se ofrece a hacerse cargo de él durante los fines de semana. Con la ayuda de Samantha Cyril encuentra a su padre, pero eso será solo el comienzo de la historia. A partir de ese momento comienza una relación entre estos dos desconocidos tan dura y difícil como tierna y luminosa.
Los Dardenne situan en la relación de estas dos personas el eje central sobre el que va a girar la historia. Dentro de la sencillez del relato, consiguen envolver la historia con una variedad notable de matices, y dotar a los dos personajes de autentica personalidad, carácter y humanidad. No es que Rosetta, por mencionar uno de sus personajes mas notables, no tuviera carácter y personalidad, pero en esta ocasión además permiten que Ciryl y Samantha respiren, vivan.
Posiblemente la mayor virtud de la película sea el retrato que se hace de Cyril. Un niño enfadado con el mundo, que es incapaz de canalizar la frustración que siente por el desapego con que su padre le trata. La mirada del niño que lo interpreta, Thomas Doret, consigue traspasar la pantalla para situarse definitivamente en el corazón del espectador, igual que lo hace, pese a todo, en el de Samantha. La actriz Cecile De France es la encargada de que ese buen corazón de su personaje quede perfectamente reflejado en las serenas facciones de su rostro.
Tal ves la historia que cuenta El niño de la bibicleta no sea especialmente novedosa, y transcurra por caminos un tanto trillados, tal vez sus directores tengan alguna tentación trágica hacia el final, pero hay que valorar positivamente ese cambio de perspectiva, esa mirada limpia con que los hermanos Dardenne han dirigido esta película.